Sunday, September 14, 2008

Arráncame la vida

Veía y disfrutaba los ojos de Talancón. Ojos bonitos, brillantes, y sobre todo, mexicanos. Que parecen claros sin serlo, y son, por ambas cosas, más bellos. Claro que los ojos de Giménez Cacho me lo parecieron también, así que ya no sé si fui yo, o eran ellos.

¡Cuánto es disfrutable una pelicula mexicana cuando es eso, mexicana!

No tenemos por qué tener los ojos claros. No tenemos por qué querer ser gringos, ni europeos. No tenemos por qué tener que resolver las cosas de forma “moderna” ni “vertiginosa”; el guión no tiene por qué “sorprender” con inútiles vueltas de tuerca.

Nos gustan los culebrones, tenemos un pasado y una historia que son los que nos han traido a donde estamos. No será la mejor película, ni Talancón será la más bonita, pero es un triunfo ver algo que al menos parece verdadero, y que en su verdad encierra su belleza.

No en balde el cine estaba lleno de adultos mayores. No era yo el único.

Saliendo me compré un disco de Toña la Negra, que me hacía falta.

Qué bueno que existe septiembre, que nos pone tan nacionalistas.

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