Sunday, June 20, 2010

Hasta en la muerte

Hay destinos que se cumplen una y otra vez y siempre con precisión o fuerza.

Monsivais, por ejemplo, que vivió (o al menos es inevitable verlo así desde cierta óptica, no dudo que estuvo contento) siempre a la sombra de otros escritores; nunca fue paz, ni fuentes, no ganó Nobel ni fue nombrado caballero.

Y ahora que muere lo hace acompañando a un Nobel, compartiendo plana con él.

Debe de estar contento, aún en su muerte, Monsi sigue siendo un outsider.

Sunday, June 13, 2010

Sobre los hijos. O, a falta de ellos, acerca de los niños.

Llevo ya bastante tiempo pensando en esta entrada, o más bien, en este tema.

Al ver que no mejoran mi claridad ni mis aportes al respecto, lo intento de una vez; al fin y al cabo este blog seguramente se ha quedado sin lectores, si es que alguna vez los tuvo, por falta de empeño y decisión para renovarlo y mantenerlo atractivo.

Lo que principalmente me llama atención sobre los niños, sobre los hijos de las personas, es que permiten a los adultos desdoblarse. Se vuelven una capa más en la complejidad de la vida y de las personalidades. Los niños permiten de alguna forma un universo paralelo.

Quizás me atrae especialmente el verlo así por saber, de mi pasado, desde una perspectiva de adulto, cuándo ocurrió algo así sin que yo me enterara en ese entonces.

Me explico: La ingenuidad, inocencia, o como se llame de los niños, permite a los adultos engañarlos limpiamente.

Así, en medio de los pleitos previos al divorcio, los adultos dicen a sus hijos "mamá y yo no peleamos, sólo estamos platicando". O en medio de una tragedia, mientras suceden velorios y entierros, los llevan al campo a pasear y a jugar con perros y papalotes. O mientras el dinero no alcanza y la vida se derrumba, con ellos es posible jugar palillos chinos o cualquier cosa antes de dormir, y pretender que el mundo es bonito y la gente y la vida, generosas.

Seguramente lo es, cuando uno tiene hijos. El sentimiento amoroso que deben despertar sin duda enriquece. Pero es de todos sabido, es un secreto colectivo (y por lo tanto, nada secreto), que la vida en realidad no es así, y que todo niño lo único que tiene que hacer para descubrirlo es crecer y tener que hacerse cargo de sí mismo. Entonces la vida se experimenta en su dureza y en su ausencia de sentido. Y eso nos pasa a todos. Copamos con ello, y no hay siquiera que señalar que tener hijos es para muchos la única manera de permear de cierto sentido al existir.

Pero lo que yo quiero decir es que quizás uno de los motores importantes para tener hijos es el ansia de revivir y heredar la fantasía, la fantasía de que todo está bien o de que se puede estar contento pese a la realidad misma.

No quiero -aunque lo haga- sonar amargado, no es solamente rencor lo que habla por mi boca. No tiene esto solamente un lado negativo.

A la gente le gusta complejizar su vida, decir mentiras, vivir varias realidades al mismo tiempo. Quizás mientras más capas le pongamos a la vida, más nos parecerá completa. Si hacemos malabares (el trabajo, la casa, el coche, la clase de natación, la abuela, el dinero, la camioneta, el perro y el vestido de princesa), más estaremos distraídos y en consecuencia aparente, felices. Y nadie sabrá quiénes somos.

Nos gusta, o en realidad debemos, ser unos para nuestros amantes, otros para nuestros amigos, otros más para nuestros compañeros de trabajo. Los hijos nos dan la oportunidad de ser aún otros más, y nos permite engañar sin ningún tapujo, inventarnos cosas y respuestas, colocar sin pena un filtro de optimismo, felicidad y nobleza a todos nuestros actos.

Esa oportunidad únicamente la dan los hijos.


Debe ser, al menos, entretenido.