Tuesday, December 9, 2008

Triunfos de sabor amargo

Triunfos con sabor amargo, así hay gente a la que nos gusta triunfar. Se nos llama masoquistas, o adictos al dolor, a la tristeza o a la autoreprimienda. Demasiado estrictos, quizás: Infelices creo que es más atinado.

Ayer lo ví con claridad, -no en mí, uno siempre ve más claro hacia afuera, es sabido- en un creativo de agencia, que buscó en el comercial que terminamos juntos cualquier error para autorrecriminarse no haberlo hecho bien, a lo largo de una carrera de obstáculos que él mismo generó para poder entonces "resolver": Actuar contracorriente y contra el tiempo para ser al final "el más listo".

Lo fue, igual que yo o más: fuimos listos y triunfamos, y aún así él buscó y encontró razones para juzgarse desfavorablemente. Igual yo, y es dañino.

Y además creo que es este mismo mecanismo el que lo llevó a hacer las cosas de forma atropellada y confusa (igual que yo lo hago): Para sentir que puede resolver y ser el más listo.

Hasta que, habiéndolo logrado, uno encuentra una razón que lo contradiga, y así volver a empezar. Sé que es confuso, pero es un círculo que apenas descubro. El círculo de la infelicidad y de la insatisfacción, como forma de vida, como mecanismo, seguramente, de defensa hacia algo.

Es algo así como "soy tonto pero lo puedo resolver poque soy listo pero soy tonto pero lo puedo resolver poque soy listo pero soy tonto pero lo puedo resolver poque soy listo pero soy tonto... De ahí lo que yo considero mi Gran Síntoma: Mi Saltapaltrás.

"Depressives don´t. They don't want to be happy. If they were, they had to get out to the world, which can be depressive" dice el dermatólogo de "Closer" de Patrick Marber.


Así que a mí así me saben las cosas, amargas, aunque sean dulces. Me refiero a las cosas profesionales y en las que hay un juicio mío acerca de mí de por medio.


Porque cuando me dedico al placer -que es mi vocación- o al azar, que es su aderezo, logro ser inmensamente feliz.

Como cuando amanezco tarareando una canción, y al poner el shuffle de toda mi librería empieza con precisamente esa. O cuando ella me besa y por un instante, breve, brevísimo, olvido el mundo sin darme cuenta.

Esos son mis momentos de inmejorable felicidad.