Tuesday, November 17, 2009

Mi desconcierto

Hace no mucho me dijeron, en lo que yo creo era un arranque de ira: "Tú sólo vives en tu blog".

En ese momento no supe si tomarlo como ofensa, o, por ardido, como halago.

Ayer ví como una mujer le rompía un florero en la cabeza a su prometido al estar autocompadeciéndose sin parar, por no obtener el trabajo que quería desde niño.

Eso fue en una serie televisiva. Pero en la realidad las mujeres son así: de un modo o de otro siempre están tratando de hacernos entender "algo" a los hombres. Quizá simplemente intentan hacernos mejores a los que estamos con ellas. Pero sólo un cierto número de veces.

El desempleo es terrible y llena de dudas sobre uno mismo. Si el afectado está lleno de dudas desde el principio, se vuelve paralizante. No estoy ni quiero estar paralizado, pero acepto que no sé cómo vivir; ni dónde ni cómo, y me pregunto seriamente si algún día realmente lo sabré, o si no se me está yendo la vida solamente preguntándomelo, sin intentarlo de veras. ¿Cómo se vive de veras?


Mi frustración es tal con el cine que realmente siento que debería dejarlo.

Mi frustración es tal con la escritura que siento que he hecho bien en dejarla.

Mi frustración es tal con la música que siento que siempre he tenido razón que no soy el indicado.

Esa es mi gran sensación, que "no soy el indicado".


Aquí va: lo del jarrón me impresionó profundamente pues sé que yo tiendo a la autocompasión, autoflagelación, etcétera. El jarrón me pareció terrible pero necesario. Yo quisiera no autocompadecerme, quisiera no platicarle a los demás mis problemas, quisiera no tener que buscar la solución en los otros o esperarla de afuera, quisiera tener una gran "fuerza interior" que me guiara y me sacara del hoyo.

Pero no la tengo, o es una fuerza muy pasiva, que se activa sólo cuando hablo con otros, y me quejo; y ellos, los otros, me dan ideas o me convencen de lo que valgo.

Antes veía a mis amigos y les consultaba cada una de mis decisiones; aburrí a mis novias y a mi hermano con mis quejas y dudas, siento que los he aburrido a todos, procuro casi no pedir consejos, procuro no quejarme, será por eso que ya casi no hablo.

Mas no me está funcionando.

Me siento completamente desorientado, desconcertado, un poco como siempre, pero no quiero hablar y arriesgarme a parecer el idiota que necesita un jarrón estrellado en la cabeza.

Pero percibo que de todos modos lo parezco.

Por eso regresé hoy a mi blog. Para quejarme sin quejarme, hablar sin lloriquear, pedir consejo sin pedirlo. Para tomarme mi cerveza de hoy, y sentir que hago algo.

Para escribir, y vivir un poco, donde a veces parece que de verdad lo hago.

Aunque no sea cierto. Aunque cada vez lo haga peor. Aunque sólo ¡CLANK!.

Wednesday, September 23, 2009

Crystal

Unos hacen de lo complejo algo sencillo.


Otros hacen, de lo sencillo, algo complicado.


Adivinen dónde está el talento.

Monday, July 20, 2009

Ya

Ya no escribo,
ya no analizo
ya no me deprimo
ya no teorizo



sólo gozo.

Friday, June 26, 2009

12:00 am, 3 cervezas y un piano.

Hoy toqué el piano hasta tener los dedos calientes, verdaderamente calientes, toqué con este nuevo entendimiento de la música, como si le conociera algún secreto, como si la supiera leer de más profundo. Toqué y no puedo creer que a pesar de mi descrédito estoy cerca, cada vez más cerca, como si el mundo me quisiera demostrar que sí sirve el esfuerzo, y el oído me agradece que cada vez se parece más a Pogorelich y a Chopin, su preludio 4 opus 28 en mi menor; de algo han servido los seis meses de tocar lo mismo.

Qué bien se siente el poder algo, aunque sea poco. Qué bien se siente que ese poco me sorprenda, vaya contra mi descrédito, y sea suficiente.


Así vine aquí a escribir hoy: solo, y con los dedos calientes.

Tuesday, June 23, 2009

Sunday, May 31, 2009

...

En un momento checaré el periódico donde viene impreso el rumbo de mi destino. Si gano una convocatoria de la que informan hoy, en la que participé, mi vida girará alrededor de ese premio. Si no lo gano,

pues no.


Y lo escribo aquí por detener el tiempo un instante. Por congelar para el recuerdo el momento de la duda, de la esperanza, del nervio.

De la incertidumbre, que es tan buena amiga mía.

Thursday, May 28, 2009

¿Es que acaso soy el único? (III y última)

Sé que estás últimas entradas pueden parecer arrogantes; sé también que como bloguero dejo mucho que desear -dejar qué desear, qué buena noticia a fin de cuentas- pero no puedo evitar cerrar el capítulo acerca de aquello que veo y vivo y sé que otros no, o lo figuro.

Lo pensaba el otro día mientras tomaba una siesta en el camellón de Reforma. Un lugar fantástico, en el que los coches parecían callarse, el cielo ensancharse y el pasto esponjarse de tal modo que sólo una siesta le haría justicia cabal. ¿Por qué estaba solo allí? ¿Por qué nadie ve lo hermoso - y para el caso, lo cómodo- de los camellones arbolados? ¿Por qué nadie se toma la molestia - y el placer- de quedarse allí un rato, de tirarse al piso y contemplar?

Pensé entonces en la vida en el mundo, en esta agotadora sensación de competencia que lo permea todo. ¿Es que acaso no cuentan los días libres, los paseos entre las jacarandas, los atardeceres en mil playas distintas, los abrazos cálidos, las rocas, el avistamiento de las aves? Hay que saber moverse en cierto modo, para llegar a vivir esos momentos. Mi problema es que se me olvidan cuando pasaron, y mientras ocurren pienso que tiene mayor mérito el que en ese momento gana dinero o reconocimieto y fama. Y sé que suena cursi, pero ¿Acaso no es el disfrute de un buen lugar, de un buen momento, igual de valioso? ¿No es de esos instantes de los que en realidad se conforma la vida? Yo los procuro a diario. Lástima que con esa misma frecuencia los vaya olvidando.

Proseguí mi camino por Reforma y llegué al bosque de Chapultepec Continué hasta un lugar donde terminé mi tarde viendo garzas -sí, garzas blancas, de anchísimas alas, en el D.F.- volando y alimentando a sus crías en la copa de los sauces. El viento mecía la superficie del lago, ese lago de un verde incomparablemente defeño. Para mi sorpresa y mi descanso, la mirada podía vagar; del lago a los árboles, de los árboles a las aves, y el oído, escuchar algo.

Sólo una pareja de novios jovencitos, y otra de novios niños, escondidos tras las plantas, me hacían lejana compañía. El malecón construido alrededor del lago, como tantas otras cosas bellas de esta ciudad, para otras gentes y otros tiempos, lucía simple y sencillamente desierto.

Mientras caía el sol, caminé a casa.

Friday, May 15, 2009

¿Es que acaso soy el único? Parte II

Si algo ha puesto en evidencia el reciente brote de influenza, es el modo en que la información se distribuye; los distintos niveles en los que la información se mueve, y las curiosas formas en que la utiliza la gente, hasta dónde le permite llegar.

Es evidente la existencia de distintas capas de aplicación de la lógica a la acumulación misma de información.

Así, es claro -y nada sorpresivo- que para las masas poco informadas (sea por incapacidad de manejar datos, o sea porque están muy lejos, como los chinos o los argentinos y no los poseen) la salida más fácil es el pánico, la discriminación y el señalamiento, y el uso irracional de un cubrebocas. "Los otros están enfermos, este pedacito de tela azul me salvará, mantengamos a los otros alejados, o si es posible, acabemos con ellos".

Bueno, no es tanto que los chinos no estén informados. Es que son muchos y están muy juntos y una epidemia de cualquier cosa sería devastadora.

Luego hay otros que se informan un poco más. Defienden el uso de guantes y gel antibacterial. Pero aun así tengo la sensación de que pocos entienden de qué es lo que hay que defenderse. Ven al otro como enemigo sin pensar en por qué habría de serlo. El miedo es ancestral, el instinto de vida se vuelve instinto de muerte.

¿Pero de qué hay que cuidarse? No de todos. No de todo. Sólo de los enfermos y de lo que causa su enfermedad, en las condiciones en las que la causa. Sólo de los que probablemente estén enfermos. Hubo un periodo de 5 días en que podía sospecharse de cualquiera. todos podríamos estar contagiados sin saberlo. Pero no fue así, y punto.

Pero la gente no hace las cuentas, distintos tipos de personas no hacen las cuentas, y siguen asustadas.

Por poner un ejemplo de lo que intento decir sin mucho éxito: nadie en la secretaría de salud utiliza cubrebocas.

Hay pocos que conocen o entienden la diferencia entre una bacteria y un virus. Hay pocos, creo, que ante esta "pandemia" se hayan tomado la molestia de revisar esas diferencias, de entender mínimamente los procesos de los virus, de entender las expectativas mundiales ante las posibilidades reales de pandemia que existen desde los años 90.

Y bueno, está muy bien que ahora se promueva la higiene, salimos ganando todos, especialmente neuróticos como yo.

¿Pero cómo es posible que nadie mencione lo peligrosa que es la proliferación de antibacteriales, pues a la larga sólo promoverá las mutaciones en las bacterias para hacerse más resistentes a los antibióticos?

En fin, que es notorio como la información llega sólo hasta donde el usuario le permite llegar.


Si yo fuera más organizado en mis pensamientos, como el Dr. House, quien por cierto es mi pastor y con él nada me faltará, este post llegaría a ser útil.

Pero no lo es.

Wednesday, May 6, 2009

Un país de Bárbaros o "¿Qué, soy yo el único que oye?

Diario de la emergencia - partes finales.


Así que enfilamos a Vallarta, pensando que bien podríamos dedicar los días de ocio forzado a algo más provechoso, como viene siendo el ocio cuando es placentero.


Pero nunca había sentido un Vallarta tan hostil.

No por la ausencia de bares, no por la hora temprana de cierre en los restaurantes. Que todo esto era inédito y es lo que debiera formar parte de esta crónica, pero a lo que voy, lo supera:

Es increíble la cantidad de ruido. En todos lados, a todos los niveles.

La gente habla a gritos. Los antros compiten sus músicas. Los barcos compiten con los antros. Echan cohetes estridentes, a diario. Y otros los imitan y echan los propios. Los Voladores de Papantla tocan su flautita y tamborilean cada media hora. Los vecinos, ya encarrerados en la competencia, ponen bocinas de karaoke y cantan desde su azotea para que todo Vallarta los oiga. Son ellos, es su terraza, no es fiesta, no es cumpleaños, pero ponen hacia Vallarta sus bocinas y cantan karaoke un par de horas antes de dormir. El reloj de la iglesia anuncia a campanadas el transcurso de cada hora, y además anuncia, ¿porqué no? el paso de cada periodo de quince minutos. Literalmente llegan barcos a fondearse frente al malecón y avientan hacia el pueblo música terrible a un volumen que se oye más fuerte que el karaoke del vecino, con todo y que está más lejos.

Es como vivir en Guantánamo, sometido a la tortura.

No me gustó Vallarta. Y no la pasé muy bien por estar preocupado de que todos fuéramos felices.


Ya no le diré a nadie donde me gusta.

Ojalá que ese lugar sí se quede como está.


Vano esfuerzo.

Sunday, May 3, 2009

Diario de la emergencia

Pues bueno, esto es mucho menos que un diario y la emergencia es ante todo, una situación de película.

Al día siguiente de mi última entrada fuimos al mercado y compramos pollo y lo hicimos a la manera morisca, con cebolla y pasas.

El día después terminamos o adelantamos nuestros pendientes -y nos fuimos a la playa.

Manejamos 9 horas a Puerto Vallarta, llegamos a las 5 de la mañana.


En Vallarta nadie nos ha discriminado por se chilangos: me he encontrado amigos de la infancia y nos saludamos de mano y de abrazo. Será que todos son muy amables aquí.

Por lo demás la situación inusual, peliculesca: No permiten que los barcos atraquen, los restaurantes cierran a las 12, no hay bares, está prohinida la venta de alcohol solo.

Nos hicimos un masaje (insisto, de discriminación, nada), comimos excelente.

Conocimos una playa hermosa, casi virgen, cuyo nombre no diré pues pensamos ahí establecernos en caso de que las cosas empeoren, como dicen que lo harán con el frío, en noviembre y diciembre, en el rebrote.

Tuesday, April 28, 2009

Diario de una Emergencia

Notas sobre la influenza

Pensar, no hay de otra, ante el ocio forzado y el posible desamparo.

Cada día que pasa la situación se pone peor. Eso me da pie a escribir, pues ha despertado la total incertidumbre, completamente fundada en hechos y lógica. Si hasta hoy cada día se ha puesto peor, ¿hasta dónde llegará?

Por eso escribo, mientras llega.

Viejos instintos se ponen a flote. La gente ni se lo cuestiona. Ayer pelearon la comida enlatada de los supermercados. No como gringos paranoicos sino como humanos ante una situación extrema. Yo ya no salgo de mi casa -no sé qué voy a comer hoy, mi mujer trajo todas sus latas y paquetes guardados en su casa: cous cous, tallarines, mostaza- y he tratado de arreglar las cosas de modo de huir mañana o pasado mañana.

Es inevitable sentir miedo.

La incertidumbre se suma, como ya dije, a los aplastantes razonamientos lógicos, y a todo esto, el conocimiento, la información, la disponibilidad casi infinita de datos. Siento que sé más cosas que la demás gente sobre la peste (llamémosla peste, es muy dramático, como este diario), por haber researcheado lo suficiente, acerca de los virus como tales -están vivos o no, quién fue primero, la vida o ellos, las preguntas- y me sorprendió, sobre todo, las páginas escritas hace 4 o 5 años anticipando que esto sucedería en algún lugar del mundo, durante esta década.

"Yo no fui", es lo que quiero gritar, cuando ahora en el mundo la llaman "gripe mexicana". Da coraje ser célebres ahora por esto.

Así que los virus finalmente mutaron dentro de los cerdos. Es gripe aviar, porcina y humana. Y finalmente se transmite de humano a humano. Hoy la OMS elevó la alerta mundial de 3 a 4, de un total de 6 puntos para la Alerta Máxima.

El viernes pasado no hubo clases. El sábado salimos a trabajar, (filmo cosas, y el sábado íbamos en una camioneta hacia un conjunto habitacional, cruzamos la ciudad de norte a sur) y mis amigos y yo mirábamos hacia afuera y reconocíamos nuestro sentimiento de "a mí no me va a pasar". Uno de ellos mencionó su reflexión ante todos los designios de moda ahora, acerca de que el mundo acabará en el 2012, "¿Y qué chingados voy a hacer yo solo en un mundo deshabitado?" se pregunta.

Y cada día ha ido cambiando. Para el domingo ya no nos dimos la mano cuando volvimos a vernos, y el lunes nos juntamos a filmar, todos con tapabocas y alarmados. Entonces fue que tembló.

El temblor nos espantó a todos. Yo grabé con mi cámara el agua de un tambo que se movía; esperábamos a ver en qué terminaba todo. Pausa para que todos llamaran a sus familias. Nada más que dos rayitas más al nivel de angustia.

Terminamos en tiempo, y en la noche crucé la colonia condesa para ir por mi mujer, que había estado de viaje, y pasar juntos la pandemia, hacer búnker. Todo estaba cerrado, todo completamente vacío. Hoy amanecieron las fotos en los períódicos de la gente en los supermercados ayer tarde. Cada día está peor y no sabemos qué pasará.

Se reflexiona sobre el pasado, sobre la gripe española en 1918 y sus 40 millones. Yo escucho los pájaros en mi terraza -día de jardinería, hoy- y pienso en los viejos y su amor por los animales, será que la edad nos va ensanchando la compasión. Me pregunto qué hacer con los animales.

Me pongo a escribir y siento "esto yo ya lo viví". Pero no es cierto, nunca antes había escrito un diario en una emergencia.

Es emocionante y natural. Espero que no nos pase nada.

Friday, April 3, 2009

Al fin

A mí me gusta una mujer que se sabe vestir bonito. Me gusta una mujer que sonríe, y con ella el mundo. Me gusta una mujer que sabe encontrar una buena cantina en un rumbo desconocido. Me gusta una mujer que le pone apodos a las cosas y a la gente, será que conoce en realidad su verdadero nombre. A mí me gusta una mujer que camina con gracia y corre con más gracia todavía. Me gusta una mujer y su pelo "de estambre guardado y vuelto a guardar en una bolsa de plástico". Me gusta una mujer con sus animales y con el inmenso amor que desparrama, siendo como es, su propia esencia. Me gusta una mujer que se sabe y mantiene diferente, que no ha aceptado nunca que le digan qué hacer, aunque eso la haga enojar y a veces le complique todo. Me gusta una mujer que se ríe de todo y de todos; que sabe ver hasta el fondo de todas las personas y de los personajes, que nunca tiene miedo de hablar y de sentir todo lo que siente. Me gusta una mujer tan absolutamente femenina que ve en mí algo esencialmente masculino

Pero, sobre todo, me gusta una mujer que no sé bien a bien por qué me gusta.

Eso me tiene fascinado.

Monday, March 30, 2009

Infancias, fotos, ausencias.

Cuando pido un huevo estrellado en el arroz, todavía hoy le hago hoyitos con el tenedor a la parte inferior de la yema para que ésta se distribuya a mi gusto en la mayor cantidad de arroz posible, dejando la clara libre para la salsa, que irá encima.

Esta elaborada técnica la inventé y desarrollé de niño. De adulto se me ha venido complicando, junto con muchas otras, hasta grados comprobables de neurosis. Mucho de ello lo aprendí de mi papá.

Alguna vez él nos preguntó, a mi hermano y a mí, si sabíamos por qué los ancianos ven hacia abajo al caminar. Nos explicó que tienen la esperanza de encontrar, en su camino, la infancia perdida.

Mi padre nos tomaba muchas fotos. Con su cámara manual, que tenía un fuelle de cuero negro, un lente plateado con palanquitas y un visor minúsculo. Ponía el diafragma a ojo, de acuerdo a si estaba nublado o soleado, y contaba con grandes pasos la distancia entre la cámara y nosotros para poner el foco. Eso nos daba tiempo para inventar todo tipo de poses que en aquel entonces nos parecían divertidísimas y que ahora simplemente no nos podemos explicar.

Luego nos hacía álbumes y nos los regalaba con un escrito grandielocuente y emotivo sobre lo que habíamos hecho juntos ese año. Todo esto, en esa época, era análogo; es decir, se revelaba, se imprimía, y se pegaba con Pritt. Aún guardo esas fotos y de vez en cuando me asomo a verlas y a constatar como poco a poco se van decolorando. ¡Hasta ahora caigo en cuenta de por qué mis recuerdos son casi siempre de día y en exteriores!
La infancia y la fotografía van juntas. Sobre todo si son los adultos los que toman fotos a los niños, y más aún , a sus propios niños, preocupados por retener ese brevísimo instante en que los niños son niños, y son propios.

Y no es solamente así. Uno quisiera un lente que transformara nuestra visión, que la regresara al modo en que veíamos de niños. Y un lente más para ver a los mayores como cuando ellos eran niños. Otro para vernos a nosotros mismos y revelar, en nuestro presente, nuestra infancia. Quizás existen; quizás todos los lentes así funcionan y permiten traer de vuelta, por el instante de un click, al azoro ante lo bello, el gozo por lo inesperado, la emoción de ejercer la profesión de espía internacional o de ser un factor clave en el desarrollo de la civilización por haber capturado ese instante específico en una cámara, que todos los espectadores del mundo van a apreciar. Ese placer del click es tan válido como el de estar inmortalizando el desempeño del mejor atleta o científico de la historia mientras da apenas sus primeros pasos.
Quizá la labor del fotógrafo, -y la de cualquier artista, o la de todos- es la de buscar, procurar y recrear la infancia, que es sobre todo una forma de ver el mundo, antes de tener que buscarla caminando encorvado y viendo al piso.

Yo no sé si de viejo la seguiré buscando, quizá lo haré siempre. O si efectivamente la habré mantenido resguardada gracias a las fotos que me tomó mi padre, o escondida a trozos en rasgos de neurosis. No sé cómo serán mis hijos, si los tengo, y qué relación tendrán ellos y su generación con el infinito número de fotos y videos y bytes y kilobytes y terabytes dedicados a ellos, que traducidos a un solo pase de diapositivas, problablemente durará varios meses y nadie verá de corrido, como yo ahora puedo ver los álbumes dedicados a mí con la minúscula letra de mi padre y titulados y ordenados por año. ¡Son tan pocos!…

Por lo demás, recomiendo mucho lo del huevo estrellado. La yema se aprovecha al máximo, lo garantizo.

Wednesday, March 25, 2009

A mí sólo me entienden las jícamas. (Y yo a ellas por cierto)

Thursday, February 19, 2009

The Wrestler - El Luchador

Causa un extraño placer el contemplar ruinas. Siendo la nostalgia y la melancolía inherentes a todo ser humano, uno tiende a fantasear con el pasado, para sopesar así, de alguna manera, el propio presente. Al ver las ruinas de otros, nos cuestionamos con alarma –o con alivio- el estado de avance de nuestra caída.

No pude evitar, al ver The Wrestler, pensar en que concuerda con una metáfora de nuestro país, de nuestro México jodido que intenta convencerse a sí mismo de estar bien y que sigue peleando luchas sangrientas con enemigos conocidos y poderosos; con la opción de arreglos previos, pero que episodio por episodio tienen la apariencia de ser reales y sin tregua ni cuartel. La barbarie orquestada, el dolor real.

No pude tampoco, como es lógico, evitar pensar en Mickey Rourke y en su propia vida, tan similar a la del personaje que encarna. ¿Qué le habrá compartido aquel otro gran ruinoso, Charles Bukowski, mientras filmaban juntos “Barfly” en el 87, y Rourke era, literalmente, el Galán de la Pantalla? ¿De qué manera lo sedujo al abismo, qué lo llevó a deformarse así?

Mucho se hablará de la actuación de Rourke en esta película – y es, en verdad, conmovedora- pero The Wrestler es más que eso. Mucho es mérito del guión; de los detalles que nos dan pistas acerca del personaje y su circunstancia, y de la sutileza y valentía en la realización. Realización sobria y arriesgada, aparentemente naturalista pero de una gran calidad estética. Con una cinematografía intachable, el director Aronofsky (Requiem por un Sueño, La Fuente) logra en cada escena una estampa americana, mientras explora el límite, basado en los detalles, de hasta dónde puede llegar el patetismo humano.

El personaje Randy The Ram-Rourke parece preguntarse, igual que el espectador, “¿Cuánto más puedo aguantar?” Y no se refiere a golpes en la arena de lucha. Los que duelen son los golpes afuera, como cuando el niño con el que que acostumbra jugar el viejo juego de video de luchas que protagonizó en los ochenta, le habla de los juegos modernos, en consolas diferentes, y se deja ganar y ni siquiera pide revancha. Igualmente lograda está su nostalgia por el hard rock de esas épocas, con los que tanto el personaje de Randy como el actor Rourke acompañaron siempre sus entradas al ring. “Esto era música, hasta que llegó ese marica de Cobain y estropeó todo”.

En este drama de pathos, testosterona y estampa americana, me resultan curiosos los fundamentales aportes de un dos personas : Uno, el guionista, que es escritor de comedia, en el periódico satírico “The Onion”. Y otro, el de una mujer francesa, Maryse Alberti, que está cargo de la cinefotografía.

Como última nota, es reconfortante el círculo que se cierra al pensar que esta película sobre la caída represente una especie de “resurrección” para el ruinoso actor que la protagoniza. Lo merece él, y también el espíritu humano.

No por nada, Bruce Springsteen le regaló su canción.

Monday, February 9, 2009

Frost/Nixon

De vez en cuando aparecen grandes filmes políticos. Recreaciones épicas que narran los hechos de grandes hombres y sociedades. En pantalla vemos cómo los líderes cambian los tiempos, y con ellos el mundo. Vemos en ellos su humanidad y su grandeza y su impacto en nosotros mismos.

Frost/Nixon no es uno de esos filmes. Ni siquiera trata de política, y mucho menos del Watergate. Su grandeza radica en tomar como pretexto un asunto político para desmembrar un conflicto humano esencial que no tiene que ver con grandes acciones. En ella no vemos el impacto de los líderes en nosotros, sino al contrario: vemos en ellos nuestro propio reflejo.

Peter Morgan, escritor y guionista, tiene una enorme capacidad para encontrar en hechos y personajes políticos puntos de partida para generar reflexiones profundas y sutiles sobre la condición humana. Lo hizo en La Reina o en El Último Rey de Escocia, ambas del 2006.

También en 2006 Peter Morgan estrenó su primera obra de Teatro, Frost/Nixon, en el teatro Donmar Warehouse de Londres. Actuaron Michael Sheen como David Frost y Frank Langella como Richard Nixon, recreando cómo se gestaron las famosas entrevistas en las que Nixon habría de aceptar, finalmente, alguna culpabilidad en el famoso escándalo y en su mal uso del poder.

El director multiusos Ron Howard -que tiene en su haber, entre otras, Splash (84), Apollo 13 (95), A Beautiful Mind (01), y el Código Da Vinci (06)- dirige con impecable técnica en un asunto de época, a los mismos actores protagónicos de la obra de teatro original, dirigida por Michael Grandage. Una recreación de los años setentas elegante y precisa, que permite concentrarnos en la épica batalla que sucede en una sencilla casa que se usó como sede de las entrevistas.

A lo largo de la película somos testigos del empuje de Frost –un mediano presentador inglés de programas hablados- por llegar a algo con esas entrevistas. En ellas pone en juego su carrera, si vida financiera y social. Con el mismo peso y el mismo empuje, vemos a Nixon aferrado a sus últimos signos de solidez, tratando con todas sus fuerzas de no derrumbarse del algo que ha construido a lo largo de su vida. Es un viejo lobo de mar, lanzando los últimos mordiscos que puede para defenderse de su atacante. Un Nixon preocupado por su traspiración en el labio superior, o increpando, justo antes de empezar la primera de las entrevistas, “¿No encuentra usted sus zapatos demasiado afeminados?”, para desconcertar y desconcentrar al adversario, en un fantástico duelo de sutilezas de actuación, de gestos, de brevísimas muecas e inflexiones que van dando cuenta de los golpes dados y recibidos a lo largo de 12 sesiones de entrevistas por las que Frost pagó –y Nixon cobró- más de medio millón de dólares, razón por la cual las televisoras no mostraron interés inicialmente, suponiendo que el “entretenedor” inglés no lograría nada ante el astuto expresidente.

No es de extrañar que uno de los momentos claves de la película es cuando David Frost tira al piso su cuaderno con la guía de sus preguntas, cuando se juega finalmente el todo por el todo en esa agotadora guerra verbal, cerebral, emocional y política –política en términos de la relación de poder entre dos hombres: uno con el poder de las respuestas, el otro, con el de las preguntas.

El resultado está en la Historia: en YouTube pueden verse las entrevistas reales. La magia del drama, de la ficción, es la recreación que se hace del camino. El texto de Nixon cuando llama por teléfono a Frost en su habitación de hotel, no tiene desperdicio. Como casi nada en esta película. Una de las competidoras al Oscar por la mejor película. Si el mundo fuese más sutil, -y más realista- sin duda, ganaría.

En México se exhibe como "Entrevista con el Escándalo".

Monday, February 2, 2009

Ese otro mundo, la ficción.

Tengo que decir que, aunque aún no me haya salido, me sigue fascinando. Es de lo que más me gusta. Ese otro mundo que sirve para comentar a éste y en el que todo existe en función del comentario.


No es brillante mi post, ni lo seré yo tanto, pero me encanta, simplemente me encanta y me fascina que se escriba una historia -una serie, una película- y se usen los grandes momentos de la historia para enmarcarla, para enmarcar a nuestros personajes y nuestro comentario.

Me encanta la ficción, y la suspensión de la incredulidad es uno de mis vicios principales.

Thursday, January 22, 2009

Era importante para mí

Y lo menos que puedo hacer es platicártelo.

Tenía yo el último boleto de la sala y de los dos conciertos. Verdaderamente el último.

Anoto: Ahora, horas después, bebo vino.

Damien RIce salió solo y tomó su guitarra y no utilizó nada más que su magia e imaginación. Había, en total, unas cuantas velas prendidas a su alrededor, que eran insignificantes ante los reflectores; una botella de vino tinto en el suelo y una copa, unos cigarros, y nada más.

Empezó cantando no sé cuál, la primera del disco, creo, y entre el ruido del aire acondicionado y la ausencia de Linda, la cellista, empecé a pensar que era un fraude. Me distraje viendo la gente y la odié muchísimo, como siempre. No puedo entender qué es lo que creo que me separa de ellos, por qué me creo más Damien RIce que todos los demás. No entiendo a los tipos mamados y con vaselina en el pelo, o para el caso, con camiseta o gorras. Los odié profundamente, lo acostumbro. Y no hubo una sola mujer que me pareciera guapa, mas que una gringa de largas piernas que en todo caso daba miedo.

Terminó la primera canción y el artista pidió que apagaran el aire acondicionado. Bromeó con que no seguiría tocando hasta que no sucediera. Empezó otra canción, apagaron el aire: me empecé a instalar.

Me sorprendió, me iba sorprendiendo, que él solo con su guitarra hiciera casi todo lo que se oye en el disco.

Cuando preguntó, "qué quieren oír, algo alegre o algo realmente depresivo", y casi todos gritamos "¡depresivo!" me empecé a sentir feliz y empecé a dejar de odiar a los demás: a fin de cuentas nos parecemos o somos los mismos.

Y entonces sucedió. Sacó el conejo del sombrero, nos ganó. Para no abrumar con insignificancias, narro lo esencial. Él seguía cantando y tocando, y lograba que en cada canción no faltara nada. Él hacía los coros, la voz femenina, hacía que olvidáramos la ausencia del cello, del coro, de la soprano invitada. Él todo, y con los ojos cerrados.

En un momento se desconectó de la amplificación y tocó y cantó para que lo escucháramos directamente, como si de un foro romano se tratara. Eso es la acústica, eso somos los humanos.

En otra canción pidió que apagaran las luces. Desapareció entonces, instantáneamente, y poco a poco las velas tomaron su lugar y su milenaria importancia: empezamos a verlo. (No puedo recordar ya ahora qué canción era, pero en su momento, fue importante). De pronto cambió a Aleluya, de Cohen, à la Buckley. Ahí casi lloro, o lloré, si bien es cierto que nadie me veía.

Mientras él cantaba, yo recordaba viejos amores y viejos adioses -Damien Rice es un profesor en las despedidas, sobre todo en las despedidas neuróticas- y me preparaba para el futuro. (Habló de su capacidad de amar y odiar al mismo tiempo, cada vez más, ambas cosas, y cantó sin darse cuenta, el himno del neurótico, "tú siempre y yo nunca").

Fue para mí la despedida de las despedidas, Fue importante.

Al final, ya en el encore, cuando se había ido amablemente, regresó para tocar The Blower's Daughter. Todos coreamos. Cómo no hacerlo.

Inmediatamente después prendió un ipod que estaba allí escondido, tomó la botella de vino -para algo estaba allí- y se sirvió, último prop que quedaba, y contó la historia de cómo un día en un bar se enamoró de una chica, dejó pasar el último metro de vuelta a casa para estar con ella y para que al final ella le dijera que se iba a encontrase con su novio. "Y entonces él, en una servilleta, escribió esta canción", nos dijo. Hablaba de sí mismo en tercera persona, acompañado únicamente de su copa de vino y su tabaco. "En aquél entonces él era pobre, ahora ya no", decía.

Cheers, Darling. Damien Rice bebió el vino en su copa e interpretó el modo en que borracho prendía los cigarros que aquella le dejó como recompensa por su compañía, mientras esperaba a su verdadero novio. Tambaleándose, salió del escenario. Obscuro final.

Tambaleándose él, y bebiendo vino: haciendo magia, yo fui Damien Rice y él lo fue por mí. Un vislumbre pequeño de lo que significa ser humano.

Y mientras tanto el reloj, que, como dijo él, va fuck, fuck, fuck, fuck, fuck...

Algún día no querré ser Damien Rice. Quiero ser yo antes de morir.

Me encantan los inmensamente cursis y neuróticos, me encantan los que nos demuestran lo que es sufrir.

Gracias Damien Rice.

Al final caminé por reforma hasta que me ganó el frío y paré un taxi, Me cobró la mitad que lo que me cobraba el taxi de sitio. No sé, siquiera, lo que cobraban los del Auditorio.

Soy un marro.

Y en mi casa, había vino.

En pausa

A veces me parece que vivo en pausa. Más bien me parece siempre que vivo en pausa.

Y que los únicos momentos en que estoy vivo es cuando escribo este blog.

O bebo vino, u oigo música, o hago el amor a una mujer.

Pero resulta que si empiezo a amarla, pongo todo en pausa, otra vez.

Sobre todo pongo en pausa este blog.

¿Cómo presentarme realmente como soy? ¿Cómo seguir amando y seguir siendo yo?

Intentándolo, para empezar.

Para empezar.

En pausa