Wednesday, July 24, 2019

Carta de amor a un niño pequeño.



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Te tengo una mala noticia. Dentro de no mucho, y poco a poco, casi sin que te des cuenta, tu mundo se derrumbará y será sustituido por otro. Y decir tu mundo es decir tu percepción de él, que viene siendo la misma cosa. Lo único que permanecerá entre todo ello es tu cumpleaños, esa fecha en la que tú naciste en el mundo y por lo tanto, el mundo nació para ti. Esa fecha seguirá siendo siempre la misma y su repetición a lo largo de tu vida será lo único seguro junto con la muerte, que le sustituirá un día. Y celebrarlo será una de tus pocas alegrías: en esos días te permitirás de todo, en un intento vano de regresar al mundo que vives ahora, o al mundo que ahora percibes, que crees que vives.

Porque vas a dejar de ser un niño.

Pronto te darás cuenta que tus padres no son en realidad como crees que son. Es más, te darás cuenta que ni siquiera la forma en que son contigo es verdadera; todo este tiempo han estado fingiendo inocencia y alegría, pues estaban tratando con un niño. Pronto te revelarán la verdad: el mundo es despiadado, la vida misma es cruel, aunque tenga momentos de alegría, y estás solo.

La fantasía, ese hermoso sostén que tienes ahora, lo más probable es que te sirva de muy poco.
El amor, el arrope, la necesidad de que tus padres te cuiden, pronto será sustituido por algo llamado “dignidad”: por dignidad, no querrás que nadie te dé nada, deberás vértelas tú solo contra un mundo hostil, competitivo, en el que es muy difícil si quiera clasificar para la competencia: hay pocos lugares y muchos ya están repartidos.

La seguridad que sientes de que mañana tendrás lo mismo que hoy, es una de las muchas cosas que se irán esfumando en el camino. ¿Qué por qué los adultos son más serios? Porque siempre hay la posibilidad de perderlo todo. En un mal paso. En un infortunio. La dicha y la desdicha asechan siempre a la vuelta de la esquina: resulta que la desdicha tiene más sucursales.

¡Ah, y la muerte! La muerte llegará a tu vida y no se irá nunca. Los que mueran en tu mundo irán formando una compañía cada vez más numerosa y omnipresente. Sé que has visto morir a una mascota o algún pariente, sé que entiendes el concepto, que de una u otra forma superas la ausencia, que entiendes que ya no están. Pero los que se irán después son más cercanos. Será tu padre o tu madre tal vez. Un amigo de escuela, de tu salón, quizás tu mejor amigo. O simplemente tus abuelos, en el momento en que más sientes que los quieres o los necesitas, y ellos a ti. Y luego parientes de esos abuelos. Empezarán a variar las formas en que la muerte se llevará a los tuyos: primero, por viejos, luego gente de tu edad, amigos entrañables, en accidentes; llegará algún día un primer suicidio, luego simples muertes inesperadas, absurdas, súbitas y como todas, definitivas.

Llegarás a tener miedo, a preguntarte ¿quién va a seguir? ¿acaso seré yo? Y, no quiero asustarte, pero en ciertos momentos, muy peculiares, llegarás a desearlo. ¿Lo puedes creer? Entiendo que no. Eres un niño apenas. Esperemos que sea solo por momentos, sería lo normal.

Y,  ¡Todo esto que te han dicho todo el tiempo, de que eres capaz de hacer lo que te propongas, de que podrás se austronauta o presidente de la república! ¡Vaya embuste! Es verdad, algunas personas logran hacer lo que se proponen, algunas personas emergen de entre las otras para constituirse en grandes artistas, grandes empresarios, grandes políticos. Pero ¿has visto cuántos miles de millones de personas hay en el mundo, y cuántos de ellos son grandes… en lo que sea? ¡Una proporción bajísima! Las probabilidades, niño mio, no juegan a tu favor. Es necesaria una combinación de factores de todo tipo para que la grandeza suceda. No sólo es talento (que nadie sabe de dónde proviene) ni esfuerzo (muchas veces sirve; muchas otras, es en vano), o suerte. Buena suerte, esa sí, lo sabrás, supongo, aún en tu poca experiencia, es indispensable. Y tampoco nadie sabe de dónde proviene. Algunos dicen que es cuestión de actitud, otros dicen que es saber aprovechar las oportunidades que ahí están. He llegado a pensar que la suerte es inteligencia. Pero no, la vida me ha demostrado lo contrario. De lo que no tengo duda es que hay gente con buena y con mala suerte. Espero, hermoso niño, que seas de los primeros y la tengas buena, mas no te lo puedo, de ninguna manera, garantizar.

Así que estarás solo, como certeramente se dice: “A tu suerte”. Tu familia te dará apoyo, pero ¿cuánto? Solo el que sea capaz de dar. No más. Y llegará un día, además, en el que seas tú el que se encargará de ellos. ¿te das cuenta de la ironía? ¿De la broma macabra? Y tú que creías que estaban aquí para cuidarte! No, te trajeron para que tú los cuides en el futuro.

Los adultos estamos siempre angustiados porque podemos perderlo todo. Los adolescentes se llenan de ira, pues se van dando cuenta gradualmente de todo esto: del gran secreto que les guardamos a los niños, para cuando sean mayores.


Hay, es verdad, ciertos gozos que compensan un poco, como el sexo, el dinero, a veces el poder. Pero me entenderás bien si te digo que de esas compensaciones, como ahora de juguetes, nunca tendrás suficiente: toda la vida sentirás que te hacen falta.

Bienvenido. Trata de disfrutar.