Sunday, May 31, 2009

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En un momento checaré el periódico donde viene impreso el rumbo de mi destino. Si gano una convocatoria de la que informan hoy, en la que participé, mi vida girará alrededor de ese premio. Si no lo gano,

pues no.


Y lo escribo aquí por detener el tiempo un instante. Por congelar para el recuerdo el momento de la duda, de la esperanza, del nervio.

De la incertidumbre, que es tan buena amiga mía.

Thursday, May 28, 2009

¿Es que acaso soy el único? (III y última)

Sé que estás últimas entradas pueden parecer arrogantes; sé también que como bloguero dejo mucho que desear -dejar qué desear, qué buena noticia a fin de cuentas- pero no puedo evitar cerrar el capítulo acerca de aquello que veo y vivo y sé que otros no, o lo figuro.

Lo pensaba el otro día mientras tomaba una siesta en el camellón de Reforma. Un lugar fantástico, en el que los coches parecían callarse, el cielo ensancharse y el pasto esponjarse de tal modo que sólo una siesta le haría justicia cabal. ¿Por qué estaba solo allí? ¿Por qué nadie ve lo hermoso - y para el caso, lo cómodo- de los camellones arbolados? ¿Por qué nadie se toma la molestia - y el placer- de quedarse allí un rato, de tirarse al piso y contemplar?

Pensé entonces en la vida en el mundo, en esta agotadora sensación de competencia que lo permea todo. ¿Es que acaso no cuentan los días libres, los paseos entre las jacarandas, los atardeceres en mil playas distintas, los abrazos cálidos, las rocas, el avistamiento de las aves? Hay que saber moverse en cierto modo, para llegar a vivir esos momentos. Mi problema es que se me olvidan cuando pasaron, y mientras ocurren pienso que tiene mayor mérito el que en ese momento gana dinero o reconocimieto y fama. Y sé que suena cursi, pero ¿Acaso no es el disfrute de un buen lugar, de un buen momento, igual de valioso? ¿No es de esos instantes de los que en realidad se conforma la vida? Yo los procuro a diario. Lástima que con esa misma frecuencia los vaya olvidando.

Proseguí mi camino por Reforma y llegué al bosque de Chapultepec Continué hasta un lugar donde terminé mi tarde viendo garzas -sí, garzas blancas, de anchísimas alas, en el D.F.- volando y alimentando a sus crías en la copa de los sauces. El viento mecía la superficie del lago, ese lago de un verde incomparablemente defeño. Para mi sorpresa y mi descanso, la mirada podía vagar; del lago a los árboles, de los árboles a las aves, y el oído, escuchar algo.

Sólo una pareja de novios jovencitos, y otra de novios niños, escondidos tras las plantas, me hacían lejana compañía. El malecón construido alrededor del lago, como tantas otras cosas bellas de esta ciudad, para otras gentes y otros tiempos, lucía simple y sencillamente desierto.

Mientras caía el sol, caminé a casa.

Friday, May 15, 2009

¿Es que acaso soy el único? Parte II

Si algo ha puesto en evidencia el reciente brote de influenza, es el modo en que la información se distribuye; los distintos niveles en los que la información se mueve, y las curiosas formas en que la utiliza la gente, hasta dónde le permite llegar.

Es evidente la existencia de distintas capas de aplicación de la lógica a la acumulación misma de información.

Así, es claro -y nada sorpresivo- que para las masas poco informadas (sea por incapacidad de manejar datos, o sea porque están muy lejos, como los chinos o los argentinos y no los poseen) la salida más fácil es el pánico, la discriminación y el señalamiento, y el uso irracional de un cubrebocas. "Los otros están enfermos, este pedacito de tela azul me salvará, mantengamos a los otros alejados, o si es posible, acabemos con ellos".

Bueno, no es tanto que los chinos no estén informados. Es que son muchos y están muy juntos y una epidemia de cualquier cosa sería devastadora.

Luego hay otros que se informan un poco más. Defienden el uso de guantes y gel antibacterial. Pero aun así tengo la sensación de que pocos entienden de qué es lo que hay que defenderse. Ven al otro como enemigo sin pensar en por qué habría de serlo. El miedo es ancestral, el instinto de vida se vuelve instinto de muerte.

¿Pero de qué hay que cuidarse? No de todos. No de todo. Sólo de los enfermos y de lo que causa su enfermedad, en las condiciones en las que la causa. Sólo de los que probablemente estén enfermos. Hubo un periodo de 5 días en que podía sospecharse de cualquiera. todos podríamos estar contagiados sin saberlo. Pero no fue así, y punto.

Pero la gente no hace las cuentas, distintos tipos de personas no hacen las cuentas, y siguen asustadas.

Por poner un ejemplo de lo que intento decir sin mucho éxito: nadie en la secretaría de salud utiliza cubrebocas.

Hay pocos que conocen o entienden la diferencia entre una bacteria y un virus. Hay pocos, creo, que ante esta "pandemia" se hayan tomado la molestia de revisar esas diferencias, de entender mínimamente los procesos de los virus, de entender las expectativas mundiales ante las posibilidades reales de pandemia que existen desde los años 90.

Y bueno, está muy bien que ahora se promueva la higiene, salimos ganando todos, especialmente neuróticos como yo.

¿Pero cómo es posible que nadie mencione lo peligrosa que es la proliferación de antibacteriales, pues a la larga sólo promoverá las mutaciones en las bacterias para hacerse más resistentes a los antibióticos?

En fin, que es notorio como la información llega sólo hasta donde el usuario le permite llegar.


Si yo fuera más organizado en mis pensamientos, como el Dr. House, quien por cierto es mi pastor y con él nada me faltará, este post llegaría a ser útil.

Pero no lo es.

Wednesday, May 6, 2009

Un país de Bárbaros o "¿Qué, soy yo el único que oye?

Diario de la emergencia - partes finales.


Así que enfilamos a Vallarta, pensando que bien podríamos dedicar los días de ocio forzado a algo más provechoso, como viene siendo el ocio cuando es placentero.


Pero nunca había sentido un Vallarta tan hostil.

No por la ausencia de bares, no por la hora temprana de cierre en los restaurantes. Que todo esto era inédito y es lo que debiera formar parte de esta crónica, pero a lo que voy, lo supera:

Es increíble la cantidad de ruido. En todos lados, a todos los niveles.

La gente habla a gritos. Los antros compiten sus músicas. Los barcos compiten con los antros. Echan cohetes estridentes, a diario. Y otros los imitan y echan los propios. Los Voladores de Papantla tocan su flautita y tamborilean cada media hora. Los vecinos, ya encarrerados en la competencia, ponen bocinas de karaoke y cantan desde su azotea para que todo Vallarta los oiga. Son ellos, es su terraza, no es fiesta, no es cumpleaños, pero ponen hacia Vallarta sus bocinas y cantan karaoke un par de horas antes de dormir. El reloj de la iglesia anuncia a campanadas el transcurso de cada hora, y además anuncia, ¿porqué no? el paso de cada periodo de quince minutos. Literalmente llegan barcos a fondearse frente al malecón y avientan hacia el pueblo música terrible a un volumen que se oye más fuerte que el karaoke del vecino, con todo y que está más lejos.

Es como vivir en Guantánamo, sometido a la tortura.

No me gustó Vallarta. Y no la pasé muy bien por estar preocupado de que todos fuéramos felices.


Ya no le diré a nadie donde me gusta.

Ojalá que ese lugar sí se quede como está.


Vano esfuerzo.

Sunday, May 3, 2009

Diario de la emergencia

Pues bueno, esto es mucho menos que un diario y la emergencia es ante todo, una situación de película.

Al día siguiente de mi última entrada fuimos al mercado y compramos pollo y lo hicimos a la manera morisca, con cebolla y pasas.

El día después terminamos o adelantamos nuestros pendientes -y nos fuimos a la playa.

Manejamos 9 horas a Puerto Vallarta, llegamos a las 5 de la mañana.


En Vallarta nadie nos ha discriminado por se chilangos: me he encontrado amigos de la infancia y nos saludamos de mano y de abrazo. Será que todos son muy amables aquí.

Por lo demás la situación inusual, peliculesca: No permiten que los barcos atraquen, los restaurantes cierran a las 12, no hay bares, está prohinida la venta de alcohol solo.

Nos hicimos un masaje (insisto, de discriminación, nada), comimos excelente.

Conocimos una playa hermosa, casi virgen, cuyo nombre no diré pues pensamos ahí establecernos en caso de que las cosas empeoren, como dicen que lo harán con el frío, en noviembre y diciembre, en el rebrote.