Saturday, August 25, 2012

Todo es una trampa


Partamos de la base de que todo es una trampa. O bueno, explico mi punto de partida:

Hay trampas especialmente inadvertidas.

A mí de dio mucha ilusión cuando descubrí que tenía visitas en mi blog -mi otro blog- y más me entusiasmó cuando ví que había estadísticas, gráficas muy profesionales, que ilustran el número de visitas que tiene cada entrada, o post; por país, por mes, por día. Se ve cuáles entradas han ganado el favor de los lectores, sus visitas.

Es muy curioso; casi cualquier post tiene en su historia 11, 14, 24 visitas; 30 cuando mucho.

Sin embargo hay uno que se llama "Jitomates milagrosos, o por qué mi mujer siempre tiene la razón", o algo así, que tiene más de 400 vistas.  No sé si es la palabra "milagrosos", o las dos juntas, "jitomates milagrosos", o la promesa de explicación de algo que es bastante relativo pero que parece aceptarse comúnmente como norma. Pero es algo que viene del título, estoy seguro, no del humilde contenido que habla, como el resto del blog, de mis pequeñas cosechas caseras, que sí, incluyen jitomates.

Intuyo que es lo mismo que me sucedió al rentar un coche, hace no mucho, por internet. Tomé el resultado de hasta arriba, de la lista de google. Sabía que era un link patrocinado, pero garantizaban el precio más bajo por la renta de un auto. Dí click, fue muy sencillo.

Cuando llegué a recoger el coche, a la hora en que me citaron, encontré una fila de casi dos horas. En el mismo edificio había muchos otros arrendadores de coches, que estaban vacíos. Pero este era "el más barato". Estoy seguro que tienen un algoritmo que les permite dar un precio unos cuantos centavos más bajo que los demás. Prometer serlo, "con datos", y nos forzan a todos hacer una cola infame que, al menos yo, no esperaba. ¿Es realmente más barato que los otros, que me habrían dado 2 horas más de viaje en la ciudad?

Y así, todo es una trampa.

Los famosos son cada día más famosos. Los no famosos tienen cada día menos posibilidades de insertarse en el mundo de lo "cool". El que tiene éxito una vez, se convierte en noticia; el que no, en olvido. Independientemente de qué cosa haga o haya hecho cada quién. Y es una espiral que no se para nunca.

Es cosa de encontrar el algoritmo.

Claro está, si es que se quiere buscarlo.


Tuesday, August 21, 2012

Las Reglas en Marte



Ya tenemos un robot muy publicitado en la superficie de Marte.

Pronto habrá más; y después, humanos.

Muy pocos, primero. Después bastantes.

"The Chance to Begin Again...", anunciaban las pantallas gigantes en Los Ángeles de Blade Runner.


Sin ser ficción, sin ser poesía, ¿Cuáles podrían ser  las reglas que harían posible y humanista la convivencia en Marte, esa nueva California?


Cuando era adolescente, quería ser sociólogo, y mi sueño era escribir "El Capital, Segunda Parte". Me tocó así, era 1989. Mis aspiraciones ya no son tan altas o complejas, pero la posibilidad de que el ser humano llegue a Marte me parece una magnífica oportunidad de, cuando menos, escribir reglas nuevas.


¿Cuáles serían?


Wednesday, August 15, 2012

Duele Crecer



Hace muchos, muchos años, mi hermano y yo sacrificamos al Hombre Elástico, con un abrecartas de latón hurtado del escritorio de mi padre. Lo “enterramos” en uno de los burós de su recámara. De mi padre, no del Hombre Elástico. El relleno del tal muñeco que se estiraba para luchar contra un Mounstro Verde (que no teníamos pues yo siempre fui celoso y exigía el mismo juguete que mi hermano, no el contrario, no el complemento, no el antagonista: el mismo, así que teníamos dos)  era una resina pegajosísima que emergió lentamente del cuerpo herido, y una vez depositado en lo que sería su tumba, siguió manando hasta sellar la puerta por dentro y secarse ahí, impidiéndonos por varios años la exhumación de los restos, y a mi padre usar su buró, o al menos la parte de abajo

Creo que algo hubo de sacrificio consciente de cierta etapa infantil, con ese acto. Alguna explicación tuvimos que haber dado a mi papá, acerca de la resina que salía de su buró, y sobre todo del abrecartas o del acto de muerte. No recuerdo bien, todo era un poco raro, empezando por la recámara de mi papá, que tuvo ese huésped junto a su cama un buen par de años.

Ya más grandecito, honestamente no recuerdo bien si fue a los 11 o a los 12 años, compré o pedí, o muy probablemente exigí o convencí con argumentos seguramente sustentados en mis calificaciones (nunca pudieron contra eso)  que me compraran en el tianguis de fayuca al que habíamos ido por calcetines, un muñeco de He-Man. (Ahora lo veo, y hasta ahora,  que He Man es increíblemente parecido al hombre elástico, ambos güeros, mamados y semiencuerados. Podría significar algo, pero creo que sólo es cuestión de arquetipos, y sobre todo de ventas con quienes necesitamos de héroes para creer en algo)

A los pocos meses, quizás días,  -o quizás fueron años para aceptarlo, pero ahora yo sé que fue así, de cualquier  modo es confuso- me resultó ridículo tener un juguete de He Man en mi cuarto. Ya estaba yo grande. Me avergonzó un poco haberlo exigido. Efectivamente yo ya no era un niño, y un muñeco de plástico, aunque articulado, no me dio mayor gusto: mis intereses ya eran otros.

Hace no mucho fui a un concierto de rock –"Festival", les llaman ahora- porque eran muchos grupos por el mismo precio, y había cuando menos uno que me gustaba.  Fui con ilusión, acompañando a unos conocidos mucho más rockeros y juveniles que yo, que se visten con camiseta e incluso viajan para ir a  otros “festivales”.  Varias horas avanzado el tal concierto, aún antes de que empezara el grupo que fui a ver, hice un berrinche y me fui a mi casa. No soporté el ruido, las drogas ni la borrachera; las multitudes, el ruido, me fui a mi casa.

Ayer fui a ver Batman. “El Caballero de la Noche Asciende”, así se titulan  ahora las películas de superhéroes. A media película quería llorar, gritar al menos, romper la pantalla o cuando menos salirme. No lo hice pues también fui con amigos, que llegaron tarde y me esperaban en alguna butaca. El argumento me pareció vulgar, barato, absurdo; la falta de sangre, ofensiva, todo me pareció un disparate y un engaño. Tuve que soplármela hasta el final para ver a mis amigos, a quienes ya casi no veo pues es difícil coincidir con ellos. Saliendo nos fuimos a cenar a un restaurante carne y vino y de postre un whisky. O dos.

Digo que duele crecer porque no avisa, y hay siempre un momento extemporáneo, doloroso, ridículo. Ese momento patético en el que uno se reconoce, se mira dentro, y entiende algo. Ese momento en el que de un lugar muy lejano, muy serio, y muy triste, llega la respuesta a la pregunta “¿Y yo qué chingados estoy haciendo aquí? Si ya estoy grande”.


Palmeras niñas

He estado observando a las palmeras niñas.

Están por todos lados, son sorprendentemente tenaces.

Son una gran lección de tiempo. De aguante, de mesuras.

Están ahí, en el camellón, o en el patio a lado de una reja.

Están en número infinito, al pie de las palmeras madres, esperando su boleto para pasar a la siguiente ronda, para dejar de ser brotes y empezar a ser promesas.

Los brotes son sólo ramitas verticales. Ls promesas de palmera, hojas curvas y completas, solitarias, esperando a las que habrán de unirse para lograr la redondez, y con ello la alegría de ya ser niñas.

Las promesas son más raras, las que logran serlo. Pequeñas hojas de palemera surgidas de la nada, surgiendo de la tierra, inmóviles, esperando siempre.

Las que empiezan a ser exitosas, las palmeras púberes, prepúberes o niñas, están casi siempre junto a otras palmeras grandes, se yerguen ya altivas, más pequeñas, junto a ellas, esperando a un día tomar su lugar.

Podría ser un proyecto fotográfico, pero como la mayoría de mis proyectos, adolece de una contradicción fundamental. Casi no se ven.

Las palmeras niñas, sin embargo, están ahi, esperando tomar no sólo el lugar de la palmera más próxima, sino el lugar en sí mismo, nuestro lugar.

No me cuesta nada imaginar un mundo en el que la raza humana haya perdido. La reconquista de las plantas enormes. A las palmeras sólo les tomaría unos cuantos cientos de años para volver a reinar.

Las palmeras niñas. Es cosa de mirarlas. ahi están.