Thursday, March 19, 2020

Meditaciones durante la Emergencia -Una Década Después


¿Diario? Durante la Emergencia

Jueves (19) — Día 3 en casa, todavía con salidas matutinas y compras locales.


Es difícil saber si tiene algún sentido. No que lo tenga, es difícil asignarle un sentido.

Lo que es un hecho es que cada día suceden cosas, hitos, cambios para ¿siempre? que por supuesto merecen ser anotados, conforme van sucediendo.

En cuestión de días, apenas de semanas, cuando mucho un mes, acaso dos, pero no más, el mundo se nos ha volteado como un calcetín sucio que uno pensaba estaba limpio e iba a guardar en el cajón con los demás. Ahora no sabemos qué hacer con él, dónde ponerlo, pues no hay agua. Por decir una metáfora. Por decir algo.

A mí lo que más me extraña por ahora, y en sentido íntimo, es que yo debería de estar acostumbrado a estar en casa. Debería. Trabajo por proyecto y por ejemplo, el año pasado mi primer trabajo ocurrió por estas fechas. Es decir, todo enero y febrero me los eché en blanco. En casa. Como si nada. Es cierto, iba a nadar. Al mercado, al cine, etcétera. Pero ahora que llevo apenas 3 días de encierro voluntario, en una cuarentena preventiva, cuando sólo hay una veintena de casos de Covid-19 en la ciudad en que vivo, es para mí muy curioso como mi escenario mental es completamente diferente: No estoy tranquilo, las horas pasan lentas, me pregunto qué va a ser de nosotros. Me quiero preparar botanas todo el tiempo. Mi mujer entra al estudio a anunciar orgullosa que ya es la una de la tarde.

Tengo la ayuda de mi tornamesa, que se desenvuelve en fragmentos de tiempo llamados discos, que voy poniendo uno a uno y que cada cierto número de minutos me obligan a ponerme de pie, para cambiar de lado.

Tengo la ayuda de mi mujer, que está organizando una resistencia cuasi militar a la suciedad de allá afuera, a los demás.

Tengo la ayuda de mis mascotas, que no dejan de ensuciar, con lo que contribuyen a que, con lo que ensuciamos nosotros mismos, siempre, siempre, siempre, haya algo que hacer.

Tengo la ayuda de mi terapeuta o psiconalista, con quien tuve ayer mi primera sesión en nuestra historia de casi veinte años, por vía remota, por teléfono con imagen, como si estuviéramos en el futuro. Dormí mejor ayer que antier, por eso digo que ayuda.

En fin, estoy reaccionando —tarde— a ese impulso que tuve hace semanas cuando los encabezados de los periódicos del mundo me parecían inverosímiles y pensé en coleccionarlos para el futuro. No lo hice.

“Bolsa de NY se detiene automáticamente ante la caída de los primeros minutos para evitar más pérdidas”. —No lo guardé, ha vuelto a suceder muchas veces, las bolsas han caído más del 30%, más que en el año de 1987, más, creo que en la gran depresión del 29. Y no una. Todas. El petróleo, ese combustible anticuado que se resiste a morir, ha bajado su precio a niveles, también, de hace 20 años. La economía global exhibe su artificialidad.

“Ante la escasez de gel antibacterial, el Alcalde de NY pondrá a los presos a producirlo en las cárceles”. — No lo guardé; hoy ya hay otros países, incluyendo el nuestro, donde en las cárceles se confeccionarán mascarillas, que también escasean.

“Crucero con infectados es impedido de atracar en el puerto de…” —No recuerdo si era el de Japón o el de USA, que pasó por México. Cuando todo empezaba. Fue el primero que me llamó la atención, era como una novela de Julian Barnes. ¿Cómo dividir a los puros de los impuros? ¿Cómo saber cuál es cuál?

“Isis recomienda a sus terroristas no viajar a Europa” – Ese sí lo guardé, no había manera de ignorarlo.

 “Colombia bans Colombians from entering Colombia”. Ese también, Latinoamérica poniendo un poco de realismo mágico al asunto. Las fronteras se han cerrado, una a una. Venecia, dicen, se ha limpiado. Los turistas globales, esa plaga, ha abandonado Roma, Paris, Dumbo, donde los vi hace poco, pululando.

Las ciudades chinas han vuelo a ver el cielo azul. Para mí esto es lo más importante. Un virus, microscópico, nos está obligando a hacer lo que tendríamos que haber hecho hace mucho, por el planeta entero.

Detenernos. Parar.

Hay suficiente cultura como para disfrutarla, analizarla, por generaciones. No necesitamos nuevos productos. Hay suficiente dinero y comida para todos. Sólo hay que distribuirlode una forma diferente.

Jeff Bezos tiene que socializar su fortuna. Y con él todos los demás. Y todos podemos vivir con bastante poco.

Y mientras darle un respiro al mundo. Era inevitable y esa es la verdadera crisis que empieza por fin a ver una acción en consecuencia. Es curioso que pocos lo mencionen o lo noten, o no todavía.