Thursday, June 14, 2018

De las crisis entre épocas, como la nuestra.


Todas las generaciones y sociedades humanas se han organizado para tener a otros humanos a su servicio. Cada una ha inventado o sostenido, hasta donde ha podido, una serie de mitologías, —incluyendo las leyes y la "legalidad"— que justifiquen, permitan y hasta propicien ese estado "servicial" para los otros, los de abajo.

Los cambios de eras o épocas, que se distinguen sólo después de haber sucedido, son el resultado, me parece, no tanto de la lucha de las clases serviciales para dejar de serlo, sino del derrumbe, por su propio peso, de las mitologías que permiten que esas clases existan de una forma determinada.

Cada época, entonces, se caracteriza, por cómo algunos -y solo algunos- de los privilegios específicos de los ciudadanos dominantes desaparecen o se vuelven accesibles, aunque sea modificados, a los ciudadanos de a pie, que por eso mismo se transforman, al asimilar dicho acceso, antes negado de forma "natural".

Desde la primera esclavitud hasta el acceso al voto. De comer uvas a poder disfrutar de una obra de arte refinadísima. El acceso a todo es cada vez para más personas "comunes". Deja de existir, cada tanto, una clase superpoderosa y dominante. Desaparece o se adapta cediendo parte de sus privilegios a los otros.

Eso ha movido las revoluciones, las guerras, y ahora el consumo.

Toda la historia humana es, entonces, la historia de la caída y trasfiguración de los poderes de la mínoría rapaz.


Tuesday, May 8, 2018

Sobre el nuevo orden del mundo


Uno de nuestros candidatos a la presidencia habla de una "minoría rapaz" que controla la cúpula de la producción y de poder en el país, la cúpula del dinero. Y todos los empresarios, en gran número y ruidosamente, sobre todo los que no forman parte de esa cúpula, han salido a defenderse, escandalizados de que se les llame así.
        A mí me da la impresión que todas las revoluciones han sido orquestadas por mayorías organizadas de formas novedosas, ante la minoría rapaz que hace insostenible el sistema contra el que la mayoría se rebela.
        Dichas revoluciones han traído, en algunos casos, el colapso, no sólo del sistema y de dicha minoría, sino de todos los miembros de la sociedad, que acaba por extinguirse. En muchos otros han traído prosperidad; en todos los casos, lo que traen es cambio, basado en esas formas novedosas de organizarse. Estamos hablando, claro, de las revoluciones exitosas: las no exitosas se llaman rebeliones y son sofocadas tarde o temprano con violencia.
        Pues bien, me parece que el gran colapso político en el mundo responde a las nuevas formas de organizarnos que estamos apenas aprendiendo a usar. De alguna manera se hará caer a las minorías rapaces de las democracias capitalistas, y la sociedad inventará una nueva forma de gobernarse. Así de simple, estamos ante una revolución que nos traerá un gran cambio en la forma de gobernar. La tecnología permite una nueva manera de convivir que aún no hemos diseñado pero que intuimos. Pensándolo un poco, el que todo mundo tenga un perfil y un aparato de comunicación con el gobierno hace innecesaria la existencia de los diputados: al menos como habían sido necesarios hasta ahora. Y los impuestos innimaginables que generarán los negocios innimaginables deberán servir para cosas, igualmente, no imaginadas aún. Una nueva realidad emergerá del caos y acabará por imponerse, y esa será la nueva era, la nueva época con la que el siglo XXI será recordado.

Por lo pronto, el detonante de siempre: reaccionar con rencor hacia las minorías rapaces.