Thursday, September 25, 2008

3 Historias del Mojo – I

A los pocos días de incorporar esta teoría a mi vida, el deambular me llevó al teatro; el teatro a la mesa del director, en un bar, a brindar por él; y eso, a la fiesta a la que me invitó en casa de una amiga suya con todo el elenco presente y algunos otros, desconocidos todos para mí.

Entre ellos, el novio de la dueña de la casa, un amable colombiano, delgado como yo –casi diría, de mi estilo-, pelo revuleto y buen ánimo, y una argentina loca, aún más delgada que nosotros, y mejor amiga, por más señas, de la dueña de la casa.

La dueña de la casa, mexicana, chaparrita, sonriente, tras la escala en el bar y con el mojo a cuestas, me pareció guapísima.

“Total”, pensé- “hay que llenar el saquito”.

Hablé con ella cuanto pude, le pregunté por su familia, fingí que la escuchaba. Miré también, con envidia, cómo su novio la abrazaba y la cargaba y parecían felices. Más de una ocasión me sorprendió mirándolos –ella, no él- y yo, por no descuidar el mojo, y por tratarse además, en el fondo, de desconocidos, nunca bajé la mirada.

Tras varias horas y muchos tragos, decidimos irnos, la argentina, el director y yo. Nos despedimos de la dueña de la casa y su novio y bajamos las escaleras del edificio.

Al llegar a la calle empezamos a escuchar los gritos. Eran de él, y eran muy fuertes. Escuchamos incluso un golpe de algo. El diretor llamó por el interfón y preguntó qué pasaba y exigió al novio que se tranquilizara. Él lo prometió. Se oía muy alterado.

Yo propuse ir por una cerveza para bajarnos el susto.

En el bar, mientras el director, la brasileña y yo comentábamos el punto, sonó el teléfono de la dueña de la casa, llorando. La amiga prometió ir enseguida. Fuimos todos.

Al llegar encontramos una escena de crisis, pero muy distinta a la que habíamos imaginado. El novio estaba en la calle, llorando. La novia en su cuarto, llorando también. Oí durante horas cómo ventilaban el asunto, a mí nadie me hacía caso. Los hechos fueron así:

Nada más al cerrar la puerta, la dueña de la casa había golpeado en la cara al novio, reclamándole –ella también había bebido- los supuestos coqueteos de él para con la argentina, su amiga. Él alegaba –con verdad- inocencia absoluta; ella continuó con su violencia, dando gritos y golpes, para soltar de pronto que “pues para que lo sepas, a mí alguien me estuvo coqueteando todo el rato, no fuiste el único”.

El novio me dijo que estaba harto de que ella le pegara, de que le gritara y le aventara platos, de que su relación fuera un intenso sube y baja de amor y violencia. Esa noche, él se fue: no sé si habrán regresado. No los he vuelto a ver, y me he propuesto (no sé si lo he cumplido) tratar al mojo con más cuidado.

Finalmente, no eran tan felices.

1 comment:

n angela. said...

Para llenar el saquito, primero hay que vaciarlo.....
Era argentina o brasileña????