Thursday, September 25, 2008

3 Historias del Mojo – Prólogo:

Un amigo me explicó que todos los hombres tenemos un “costalito de Mojo” (pron. mouyo) cargado a nuestra espalda. Un saco invisible en el que ponemos un granito de mojo cada vez que hablamos o sonreímos a una mujer. Es decir, el Mojo, aquello que nos hace atractivos, se refuerza cada vez que vencemos la timidez o el miedo para sonreirle a alguien que nos gusta, o que simplemente está a nuestro alcance. Si la persona en cuestión nos sonríe de vuelta, o acepta a hablar con nosotros, el Mojo obtenido es mayor, y seremos, por ende, más atractivos la próxima vez. Pero aunque no lo haga: seremos más atractivos por haber llenado un poco el costal con nuestro intento fallido.
Una teoría fascinante.

Desde entonces procuro ejercitar el mojo, llenar mi costal, y efectivamente, cada vez es más fácil, abordar a alguien con un saludo, un coqueteo o una sonrisa. No es que me vaya bien; simplemente me da menos miedo. I’ve got my mojo working.

Pero las consecuencias no son siempre buenas, ni mucho menos, amables.

No comments: