Tuesday, December 9, 2008

Triunfos de sabor amargo

Triunfos con sabor amargo, así hay gente a la que nos gusta triunfar. Se nos llama masoquistas, o adictos al dolor, a la tristeza o a la autoreprimienda. Demasiado estrictos, quizás: Infelices creo que es más atinado.

Ayer lo ví con claridad, -no en mí, uno siempre ve más claro hacia afuera, es sabido- en un creativo de agencia, que buscó en el comercial que terminamos juntos cualquier error para autorrecriminarse no haberlo hecho bien, a lo largo de una carrera de obstáculos que él mismo generó para poder entonces "resolver": Actuar contracorriente y contra el tiempo para ser al final "el más listo".

Lo fue, igual que yo o más: fuimos listos y triunfamos, y aún así él buscó y encontró razones para juzgarse desfavorablemente. Igual yo, y es dañino.

Y además creo que es este mismo mecanismo el que lo llevó a hacer las cosas de forma atropellada y confusa (igual que yo lo hago): Para sentir que puede resolver y ser el más listo.

Hasta que, habiéndolo logrado, uno encuentra una razón que lo contradiga, y así volver a empezar. Sé que es confuso, pero es un círculo que apenas descubro. El círculo de la infelicidad y de la insatisfacción, como forma de vida, como mecanismo, seguramente, de defensa hacia algo.

Es algo así como "soy tonto pero lo puedo resolver poque soy listo pero soy tonto pero lo puedo resolver poque soy listo pero soy tonto pero lo puedo resolver poque soy listo pero soy tonto... De ahí lo que yo considero mi Gran Síntoma: Mi Saltapaltrás.

"Depressives don´t. They don't want to be happy. If they were, they had to get out to the world, which can be depressive" dice el dermatólogo de "Closer" de Patrick Marber.


Así que a mí así me saben las cosas, amargas, aunque sean dulces. Me refiero a las cosas profesionales y en las que hay un juicio mío acerca de mí de por medio.


Porque cuando me dedico al placer -que es mi vocación- o al azar, que es su aderezo, logro ser inmensamente feliz.

Como cuando amanezco tarareando una canción, y al poner el shuffle de toda mi librería empieza con precisamente esa. O cuando ella me besa y por un instante, breve, brevísimo, olvido el mundo sin darme cuenta.

Esos son mis momentos de inmejorable felicidad.

Thursday, November 27, 2008

Necesidad

Estoy pedón. Tanto, que ni siquiera piendo checar la ortografía ni los misstypes -dedos erróneos- de este post.

Quiero hablar de la necesidad.

Un momento, que me sirvo algo...


Ok. La quinta o sexta, de tinto, esta noche. O la cuarta. ¿A quién le importa?


Me dí cuenta esta semana, o la pasada -cuánta duda, por dios!- que tengo, si no problemas, por lo menos sí una relación compleja con la necesidad.

Hasta pensé que era interesante: ¿cómo es posible que alguien a quien conoce uno desde hace poco o muy poco, se vuelva necesaria?

Me pone mal. No sé por qué, me da nervios. No me gusta necesitar. O quizás sí y es lo que más disfruto.

Yo tengo porblemas con mis juicios duros, mi psicoanalista lo sabe. Y me dice que hago mal, que es lo mismo que criticar a alguien porque tiene hambre.

Pero me descubro a mí mismo inventando mil excusas para no necesitar. Y al mismo timepo, mi necesidad es tal que lo permea todo. Soy un gurrumino.


Me gusta el ajo, el jitomate, el aceite de olvia. Y ninguno de ellos, tampoco el vino, pueden explicarme el por qué necesito a una mujer..

Hace un momento pensaba que este iba a ser un post interesantísimo., Que plantearía mis dudas vitales, y con ello, las del mundo. Ahora no sé qué decir.


Ya volví a ir a la cocina, por más comida, y he vuelto a pensar cosas geniales. Las he olvidado.

Del mismo modo me gusta -necesito?- sentirme, de vez en cuando, miserable. ¿por qué? No lo sé!!!! Será porque mi padre pretendía serlo, y yo tambbién???

Por qué necesito de este vinio? ¿por qué neceisto de este pan tomaca - que, tan hábilmente, me preparé- ???

Es muy fácil: se unta el ajo sobre el pan tostado y luego jitomate y aceite de oliva y janón serrano español o del super y un vino tinto o cinco o seis. y un post inconcluso sobre un tema importante.


Tengo que sembrar albahaca, Y es que me parece igual de importante, no puede uno ser aburrido, no puedo ser como cierta gente que conozco.

Por tercera vez fui a la cocina. Ya no he olvidado nnada porque no he pensado nada interesante. Ajo, jitomate, pan, jamón. Y aceite.

¿Quieres ser mi novia? Tend´ras que luchar, te adviero, o competir, conmigo mismo. como justo ahora.

Pero, está mal?


Las mujeres tienen un verbo que usan mucho -sobre todo cuando reclaman- que se llama "compartir".. Que es, por cierto, de lo que está hecho el facebook...

¿Con quién o cómo, compartir? Siempre y en todo momento? ¿Con quien esté? ¿Con quien toque? ¿con quien haya uno cuidadosamente escogido? ¿o con quien simplemente uno no pueda evitar?

Hay personas así, en la vida de unao. Las que llegan y con las cuales uno no puede evitar compartir. Esas se vuelven las necesarias.


En fin, qué poco brillante soy. ni aún bebiendo, solo, una botella entera de vino (mi primera realmente solo, y aún me falta un quinto, no hay quinto malo) logro llegar a nada a lo que naide haya llegado antes nunca. Quizás fracasé.

Quizás deba de aferrarme con todas mis fuerzas a aquella que ahora necesito,
y que con mucha, mucha suerte, es posible que me necesite ahora,
y con mucha, mucha más suerte,
es posible que me deje estar sin ella
estos momentos, muy frecuentes,
para necesitarla más.


Soy tan absolutamente normal.


¿Quieres, andar conmigo?

Sunday, November 9, 2008

Voglio una donna

Ayer alguien me dijo que había visto Ammarcord, de Fellini. Hacía años que no pensaba en esa película, y el oirla mencionada me llevó a la imagen más representativa que de ella tengo en mis recuerdos: la del tipo subido a un árbol gritando algo. “Qué gritaba” – me pregunté- “qué gritaba el tipo en el árbol”. Y entonces llegó con toda su fuerza. Tampoco había recordado, en mucho tiempo, que yo adopté ese grito durante años, que lo viví e hice mío, que yo también lo gritaba, caminando, en los pasillos, o desde las ventanas de las salas de edición en la escuela de cine, y que sin saberlo sigo gritándolo hoy, todos los días.

¡Voglio una donna!

Esto me puso receptivo de mis propios pensamientos (qué frases tengo que inventar, para describir mis estados autocontemplativos-narcisistas-crónicamente desilusionados), mientras observaba a las mujeres de la fiesta en la que estaba.

Pensé, como siempre, en las mujeres que he tenido y, como siempre, en las que nunca tendré. Existe un extraño equilibrio, que no he conseguido romper, entre tener una y desear a todas, entre desear a las que no se tienen y estar sin embargo con aquella que muestra algún interés en mí, independiente de si me gusta o no; si le gusto, que me tenga. Receta de la infelicidad. Receta de la inmadurez. Me habré atorado, quizá, en lo que me dijo la gitana –lo juro, me lo dijo una gitana cuando me leyó la mano, yo tenía 7 años, mi padre me llevó con ella, jugábamos. “Tendrás muchas mujeres”…

Voglio una donna. ¿Cómo traducirlo?

Entre “¡Quiero una mujer!” y “¡Quiero a una mujer!” hay una gran diferencia.

Ahora sé que quiero y necesito lo segundo. Que casi estoy preparado.

De todo lo demás, ya me cansé.

Friday, October 31, 2008

Mordida

Los labios me distrajeron de los dientes, -perfectos;

El lunar me distrajo de los labios

El cuello por atrás, del lunarcito, -el cuello, herido;

El hombro me distrajo de ese cuello

El cuello lo olvidé por la rodilla

La rodilla por el muslo, y lo que pude de la piel

Esa piel –tersísima-, por el borde de la falda

Lo que me trajo de vuelta a la sonrisa

que es donde todo había empezado,

y donde quiero volver a comenzar.

Wednesday, October 29, 2008

Hay 2 tipos

Hay 4 tipos de mujeres (¿o son 2, y se repiten?)

Las que aplauden cuando llega la comida, y las que no,

Y las que se enamoran.

Sunday, October 5, 2008

Y siempre, los artistas, que ya lo han visto y dicho todo.

"Puedo amar a rubias y a morenas,
a la que finge la abundancia
y a la que esconde la indigencia;
a la que prefiere la soledad,
a la que cree, y a la que duda;
a la que siempre llora con ojos como esponjas,
y a la que es corcho seco y nunca llora.
Puedo amarla a ella, y a ella, y a ti, y a ti;
puedo amar a cualquiera
que no sea verdadera".

John Donne
Inglaterra, 1572- 1630

La paradoja del matrimonio

Estoy solo, terriblemente necesitado de los demás. Dedico demasiadas –cuando menos, muchísimas- energías a estar en algún sitio, a ser aceptado, así los sitios sean virtuales y la aceptación venga en forma de “winks”, “flirts” y mensajes absurdamente lejanos. O mesas de bares y fiestas en las que rodeo y me rodean desconocidos.

Estoy solo, y al mismo tiempo, lo celebro y disfruto. Sé que así es la realidad. Nadie podría estar conmigo ahora, nadie podría escuchar esta música con mis oídos, nadie podría acompañarme en este rapto de placer producido por el primer trago de cerveza -o de té- y la música surgida de mis bocinas, con las que formo un triángulo equilátero perfecto, aunque bueno, eso no es ningún mérito; todos los triángulos son perfectos, como los círculos o los cuadrados, pero quizás los triángulos son los que tienen más variaciones, o da igual, las quiero y ya creo que son una parte mía y que somos, así dispuestos, perfectos, ellas y yo.

Si estuviera aquí alguien más no sé si escucharía, no sé si bebería conmigo, no sé si estaría bien. Seguramente querría salir o ver la tele, conversar conmigo, o cambiar el disco; quizás no y estaría bien escuchando junto a mí. Pero yo estaría preocupado por su bienestar y le haría caso a sus deseos, los que fueran, y al mismo tiempo, en realidad estaría realmente concentrado en observar la manera en la yo le proporcionaría su bienestar; pondría todo mi esfuerzo hasta asegurarme lo tuviera, por adivinar lo que en realidad querría, olvidándome de mí mismo pero sin dejar de observarme, dejando de ser por ello, sin quererlo, alguien cierto, de verdad, con el que ella (partiendo del hecho de que fuera mujer, no me atraen los hombres desnudos) disfrute compartir.

Vaya lío. Supongo también que, en el fondo, no tiene nada de extraordinario. Por algo un amigo de hace muchos años, que se estrena ahora como papá y contacté hace poco por chat, me dijo “la soltería es un lujo”. Por algo también existen tantos grupos virtuales de falsa compañía a verdadera soledad.

La paradoja en la soledad, es el tiranizante deseo de compartir; en compañía, es la imposibilidad de vivir la vida del otro o de penetrar realmente en ella.


¿Habré amado, alguna vez?

Friday, October 3, 2008

3 Historias del Mojo – III

Esta historia es más confusa, relacionada quizás a mi estado emocional de los últimos tiempos:


Hace no mucho choqué mi coche con una banqueta saliendo de una fiesta.

Me prometí que no volvería a suceder. Así que desde entonces no uso mi coche en las noches que se avecinan largas.

El otro día salimos varios de fiesta, fiesta que se anticipaba larga. Íbamos en el coche de una amiga, no muy bella pero simpática, con la que bailé como quien explora las posibilidades de entendimiento corporal. Existían, las posibilidades, aunque bailábamos pésimo.

Pero la noche fue larga y de un lugar fuimos a otro, y yo, oscilante como soy, abandoné a mi compañera de baile al conocer a una mujer (bastante menos agraciada, y yo más aguerrido) que me prometió algo que nunca cumplió. Quizás ella también se molestó, pues en algún punto volví a cambiar de objetivo, al ver a otra mujer que se me figuró una aparición y con la que quedé, entusiasmado, de verla en alguna ocasión futura. (Pues todavía pensaba, para ese entonces, que me cumplirían la promesa que no me cumplieron). Esa noche quedé solo, supongo yo que merecidamente. Regresé en un taxi a mi casa, sin problema.

Mi ex-compañera de baile, enojada como se fue, estrelló su auto contra la banqueta al llegar a la suya. Ella también había bebido.

Hace poco ví su coche, quedó muy parecido al mío pero peor. No puedo evitar sentir culpa.

Y bueno, tiempo después vi de nuevo a la mujer-aparición, quien sin el filtro del alcohol me pareció... pues eso, una aparición.

Ahora, cosa rara, la recuerdo poco, y cuando lo hago, tiene la cara cambiada, lleva el rostro de mi compañera de baile.

No sé si ella ya reparó su coche.

No sé si yo tenga un problema con el alcohol.

Y no sé si el costalito de Mojo, realmente está creciendo.

Friday, September 26, 2008

3 Historias del Mojo – II

Esta otra historia sucedió hace mucho. Estaba yo con una ex novia cuando sonó mi teléfono. Era mi exnovia, de hacía mucho más, que se graduaba esa noche y que me invitaba a su fiesta, pues su novio de ese entonces –ahora sé que es su esposo- no pensaba ir y no había forma de convencerlo.

Solícito como siempre, no pregunté los porqués y tras vestirme y despedir a mi ex me puse a planchar mi corbata azul chillante. Supe después que no iríamos solos, mi exex y yo; toda su familia había venido desde la ciudad en la que ambos vivíamos antes, a verla graduarse.

Su hermana Sandra! La mujer más increíblemente sensual del mundo! Sola en esta ciudad, y en la misma fiesta que yo! Nunca olvidaré la foto que le tomó un novio mucho mayor que ella, haciendo como que sostenía el sol del atardecer entre sus dedos, con una chamarra de mezclilla puesta y nada más…

Con ese pensamiento en la cabeza, me encontré con la dichosa familia y la recién graduada afuera de la fiesta. Saludé a mi ex suegra, a mi ex cuñada, la mayor –guapísima- y a su hija, que yo había conocido como niña pequeña y ahora era una cosa casi de mi tamaño.

Mi ex novia me pareció aburrida. Su hermana me pareció hermosa. El vodka me pareció buenísimo.

Bailé unas cuantas, de rigor, con la que había sido mi iniciación en cosas del amor. (He querido a pocas, tanto, como a ella. El primer año). Poco después ya estaba yo bailando con la hermana. Fue de las primeras veces que me dí cuenta del poder que bailar bien a una mujer puede tener en el mundo. Para mí y para ella: yo era joven, ella hermosa, y bailábamos. Sensual como ella era, de pronto nos dimos un beso. (Yo no lo busqué, yo no lo quise, diría Marías). La hija se enojó, empezó una tensión creciente con la que se acabó la fiesta. Las acompañé a su auto, y, antes de que ella se metiera en él, entre la puuerta y el auto, escondidos de los otros, nos besamos más. Besos dulces, exquisitos, aderezados con el sabor de lo prohibido. Para ese entonces la hija ya lloraba y mi ex novia no estaba contenta.

Acepté tomar un taxi con un amigo de ellas, después de escuchar a qué hotel iban. Al pasar unas cuadras y ver un cajero, fingí que allí vivía. Me bajé del taxi y caminé al cajero, saqué dinero; a una farmacia, compre condones; tomé otro taxi: “al hotel Oslo, rápido”.

Averigüé en qué piso estaban. Pedí un cuarto. Me topé con mi ex en un pasillo y me escondí. Llamé por teléfono a la habitación de Sandra, le dije “Estoy aquí. Dejo abierto. Te espero”.

Con la sangre empujando mis movimientos entorné la puerta. Puse mi despertador, pues al día siguiente trabajaría muy temprano. Tenía que ir a un lago donde se echan en paracaídas por un asunto de trabajo.

Sonriente, me acosté a esperar.

Nunca la volví a ver. Ni a ella, ni a mi ex, ni a mi ex suegra, ni a la niña que lloraba.

Me aventé de traje y con corbata azul chillante, en el paracaídas.

Thursday, September 25, 2008

3 Historias del Mojo – I

A los pocos días de incorporar esta teoría a mi vida, el deambular me llevó al teatro; el teatro a la mesa del director, en un bar, a brindar por él; y eso, a la fiesta a la que me invitó en casa de una amiga suya con todo el elenco presente y algunos otros, desconocidos todos para mí.

Entre ellos, el novio de la dueña de la casa, un amable colombiano, delgado como yo –casi diría, de mi estilo-, pelo revuleto y buen ánimo, y una argentina loca, aún más delgada que nosotros, y mejor amiga, por más señas, de la dueña de la casa.

La dueña de la casa, mexicana, chaparrita, sonriente, tras la escala en el bar y con el mojo a cuestas, me pareció guapísima.

“Total”, pensé- “hay que llenar el saquito”.

Hablé con ella cuanto pude, le pregunté por su familia, fingí que la escuchaba. Miré también, con envidia, cómo su novio la abrazaba y la cargaba y parecían felices. Más de una ocasión me sorprendió mirándolos –ella, no él- y yo, por no descuidar el mojo, y por tratarse además, en el fondo, de desconocidos, nunca bajé la mirada.

Tras varias horas y muchos tragos, decidimos irnos, la argentina, el director y yo. Nos despedimos de la dueña de la casa y su novio y bajamos las escaleras del edificio.

Al llegar a la calle empezamos a escuchar los gritos. Eran de él, y eran muy fuertes. Escuchamos incluso un golpe de algo. El diretor llamó por el interfón y preguntó qué pasaba y exigió al novio que se tranquilizara. Él lo prometió. Se oía muy alterado.

Yo propuse ir por una cerveza para bajarnos el susto.

En el bar, mientras el director, la brasileña y yo comentábamos el punto, sonó el teléfono de la dueña de la casa, llorando. La amiga prometió ir enseguida. Fuimos todos.

Al llegar encontramos una escena de crisis, pero muy distinta a la que habíamos imaginado. El novio estaba en la calle, llorando. La novia en su cuarto, llorando también. Oí durante horas cómo ventilaban el asunto, a mí nadie me hacía caso. Los hechos fueron así:

Nada más al cerrar la puerta, la dueña de la casa había golpeado en la cara al novio, reclamándole –ella también había bebido- los supuestos coqueteos de él para con la argentina, su amiga. Él alegaba –con verdad- inocencia absoluta; ella continuó con su violencia, dando gritos y golpes, para soltar de pronto que “pues para que lo sepas, a mí alguien me estuvo coqueteando todo el rato, no fuiste el único”.

El novio me dijo que estaba harto de que ella le pegara, de que le gritara y le aventara platos, de que su relación fuera un intenso sube y baja de amor y violencia. Esa noche, él se fue: no sé si habrán regresado. No los he vuelto a ver, y me he propuesto (no sé si lo he cumplido) tratar al mojo con más cuidado.

Finalmente, no eran tan felices.

3 Historias del Mojo – Prólogo:

Un amigo me explicó que todos los hombres tenemos un “costalito de Mojo” (pron. mouyo) cargado a nuestra espalda. Un saco invisible en el que ponemos un granito de mojo cada vez que hablamos o sonreímos a una mujer. Es decir, el Mojo, aquello que nos hace atractivos, se refuerza cada vez que vencemos la timidez o el miedo para sonreirle a alguien que nos gusta, o que simplemente está a nuestro alcance. Si la persona en cuestión nos sonríe de vuelta, o acepta a hablar con nosotros, el Mojo obtenido es mayor, y seremos, por ende, más atractivos la próxima vez. Pero aunque no lo haga: seremos más atractivos por haber llenado un poco el costal con nuestro intento fallido.
Una teoría fascinante.

Desde entonces procuro ejercitar el mojo, llenar mi costal, y efectivamente, cada vez es más fácil, abordar a alguien con un saludo, un coqueteo o una sonrisa. No es que me vaya bien; simplemente me da menos miedo. I’ve got my mojo working.

Pero las consecuencias no son siempre buenas, ni mucho menos, amables.

Wednesday, September 24, 2008

Pura biología

We investigated ratings of female voice attractiveness as a function of menstrual cycle phase. Women had their voices recorded at four different times during their menstrual cycle. Voice samples were categorized from low to high conception risk based on menstrual cycle phase and empirical pregnancy data. Results showed a significant increase in voice attractiveness ratings as the risk of conception increased across the menstrual cycle in naturally cycling women. There was no effect for women using hormonal contraceptives. Previous research shows that the sound of a person's voice appears to serve as an honest signal of fitness, and our results show perceptual shifts in women's voices that match the predicted output of an independent and well-designed fertility monitoring system. More work is needed to identify the biological mechanisms that underlie these perceptual differences, but growing evidence points to the impact of hormones on the larynx as being the source of these changes.
R. Nathan Pipitone, Gordon G. Gallup

Tuesday, September 23, 2008

Autoayuda

El Independent, diario inglés de prestigio y calidad, se ha dedicado últimamente, como todos, a hacer listas.

Las hay de lugares que conocer, de cosas que se pueden conseguir gratis en la vida, de tácticas amorosas.

Hoy salió la de cosas que hacer por un corazón roto.

Mencionan el ejercicio, comer bien, el chocolate, cambiar las cosas de lugar, aprender un idioma, viajar solo, comprarse ropa, escribir, y no me acuerdo qué más.

Era como estar leyendo mi diario.

¿Será que, por haberlas hecho todas, estoy curado?

¿O será más bien que mi cerebro enfermo -o mi corazón roto, para el caso-te imagina leyendo aquí, de vez en cuando?

Monday, September 22, 2008

En flor

Será el haber estado leyendo páginas de autoayuda.

Será el haber trabajado y que finalmente me haya quedado bien lo que me tocó hacer; o más bien, estuviera bien de origen, pues me han quedado bien otras cosas, simplemente que se trataban de "El blues del pozole" y el "Tango al guisado en chile verde", que quedaron bien, pero eran eso, y no otra cosa.

Será que el perder relaciones, una tras otra, (como si ese fuera en realidad mi deseo) me ha colocado, también al fin, en posición de no tener una más, por lo pronto, y de no activar los mecanismos de codependencia en los que me arropo y diluyo constantemente. He tenido que aprender, de nuevo, a estar conmigo mismo, a caerme bien, y eso vuelve todo soportable.

Será, además, que algo he aprendido de lo que menciono abajo, en post previos. Creo que algo sé ahora que no sabía antes, y que la próxima vez será mejor. Quizás la logre ver, quizás pueda asomarme a quien es.

O será el yoga.

Pero es incuestionable que se puede estar bien, sólo estando.

Y estando solo, además.

Saturday, September 20, 2008

Hasta el amanecer

Finalmente hice un comercial que me gustó. Esto es, después de mucho, el trabajo volvió a darme esa satisfacción que sólo el trabajo da y que no es parecida a ninguna otra. "No hay satisfacción igual" decía mi amiga la guionista, sobre el acto de escribir, de trabajar, de terminar las cosas.

Así que con mi comercial avazado -está en postproducción- y buenos augurios sobre el resultado final, me fui a celebrarlo.

De noche: gente, alcohol, música, la posibilidad de una mujer.

En medio de la multitud, ya de madrugada, encontré entre la gente a un viejo amigo, un gerente de produción que a pesar de estar casado no ha dejado el mundo nocturno de la fiesta, de la música y la celebración perene. Le conté de mi éxito.

"Si eso te hace feliz -me increpó- "Si eso te hace feliz, a toda madre. Si no, busca y haz lo que te haga feliz, porque la vida es un segundo, carnal. Un segundo". Me lo dijo así, sin pensarlo, de un tirón, con toda la despreocupación posible pero completamente en serio, mientras seguía bailando.

Me quedé helado, por un momento. No cabe duda que lo más cursi es siempre lo más cierto.

Seguí bebiendo: esa noche la viví hasta el amanecer, y recibí el día desnudo y en compañía.

Un segundo. Un segundo.

Monday, September 15, 2008

A punto de turrón

Estoy apunto de comprender algo importante.

Estoy a punto de estar aquí. O es más: estoy aquí.

Por vez primera, quizás. O, mejor aún, como si fuera por vez primera, sin serlo.

Yo oscilo. Me muevo entre mundos que me atraen en direcciones opuestas; escucho todas las voces. Y sin embargo estoy, soy el que está. No soy otro, y está bien.

Así confundido, o más bien, oscilante.

De tanto en tanto me vuelvo encontrar. Cuando estoy solo, cuando me escucho, cuando me contemplo del todo con mis ojos y no a través de otros. Cuando bailo conmigo mismo, así sea permeando mi baile con el baile de las que han estado conmigo.

Cuando me dejo de preguntar si importa, cuando dejo de hacer caso al simple razonamiento de que nada tiene sentido.

Más. Más. Más.

Esto es. Y está bien. Y quiero más, y tendré más.

Este blog, hijo de mi confusión. Hijo de mi oscilación: a ratos quiero que sea un diario íntimo, a veces una obra de arte. No lo dejo ser ni uno ni otro: a partir de ahora, opto por lo primero. Por si a alguien le interesa. Por si alguien le divierte. Pero no para ser correcto. No para pensar qué pensarán. No para verme con sus ojos. En todo caso, para que me vean a través de los míos, si es que les divierte, porque a mí sí.

Lo más importante del mundo no son las faltas de ortografía. Bailar salsa es para lo único que se necesitan dos.

Lo más importante del amor no son las voces en el cerebro. Ni siquiera las imágenes, en el cerebro. Lo más importante del amor es el presente. Lo más importante de mi vida, es ahora, el presente. Lo más cursi es lo más cierto, y es verdad que los fracasos son magníficas oportunidades para aprender. Aprendo un chingo.

Removí mi casa, tiré las viejas cosas. Las que pude. Me quedo con lo que me gusta. Oigo lo que me gusta. Esa ha sido siempre mi relación más profunda: la que tengo con la música que oigo. Sea.


¡Viva México, Cabrones!

Sunday, September 14, 2008

Arráncame la vida

Veía y disfrutaba los ojos de Talancón. Ojos bonitos, brillantes, y sobre todo, mexicanos. Que parecen claros sin serlo, y son, por ambas cosas, más bellos. Claro que los ojos de Giménez Cacho me lo parecieron también, así que ya no sé si fui yo, o eran ellos.

¡Cuánto es disfrutable una pelicula mexicana cuando es eso, mexicana!

No tenemos por qué tener los ojos claros. No tenemos por qué querer ser gringos, ni europeos. No tenemos por qué tener que resolver las cosas de forma “moderna” ni “vertiginosa”; el guión no tiene por qué “sorprender” con inútiles vueltas de tuerca.

Nos gustan los culebrones, tenemos un pasado y una historia que son los que nos han traido a donde estamos. No será la mejor película, ni Talancón será la más bonita, pero es un triunfo ver algo que al menos parece verdadero, y que en su verdad encierra su belleza.

No en balde el cine estaba lleno de adultos mayores. No era yo el único.

Saliendo me compré un disco de Toña la Negra, que me hacía falta.

Qué bueno que existe septiembre, que nos pone tan nacionalistas.

minificción

Tenía 35 años cuando empezó a ver las ratas. No las esperaba y creía que eran reales.

Cuando entendió que se presentaban en todas las áreas que le importaban de su vida, contempló la posibilidad de que fuesen imaginarias. Pero el terror que le causaba cada aparición era completamente verdadero, avasallante.

Terminó viviendo rodeado de gatos, a pesar de ser el animal, después de las ratas, que más desprecia.

No logró nunca sus metas.

Wednesday, August 13, 2008

Y

Y también debo aprender, que una mujer no puede ser normal y anormal al mismo tiempo,

Y para el caso,

Yo tampoco.

Y también

Y también debo aprender a decir no. No, hoy no creo que sea buena idea. No, yo no. No, no estoy de acuerdo contigo. Hoy no tengo ganas de verte. O no, no vayas. No te vayas. Tengo que perderle el miedo a la violencia. A la mínima violencia, que me aterra tanto como la más grande. Y tengo que, según me dicen, ser más pasional. No dejarlas ir. Hacerles panchos si se van sin mí, si se vislumbra la posibilidad de que se me alejen.

¿Será cierto, todo esto?

Y es que a mí nada me violenta. Odio la violencia. Tengo que decir que prefiero la tristeza.

Triste caso.

Monday, August 11, 2008

Debo Aprender

Debo aprender a amar al otro. Debo quererme yo también. Fijarme en el otro, escuchar todo lo que me dice y no distraerme en cuanto habla con lo que a mí se me va ocurriendo. Sobre todo si el otro es una mujer que me interesa y a la que puedo besar (especialmente si sigo escuchando).

Debo dejar de desear a todas las mujeres del mundo si estoy, aunque sea temporalmente, con una.

Debo dejar de pensar que les gusto tanto. Nunca resulta ser cierto. Debo dejar de estar pendiente de todo lo que hago, todo lo que digo, todo lo que sin duda debe de estar seduciéndolas incansablemente mientras me desenvuelvo frente a ellas. Debo de enamorarme de ellas, no de mí con ellas, ni de su reacción hacia mí.

Nunca debo de esperar sexo. Eso no le hace bien a nadie. Es como si ellas esperaran que cada que nos vemos las abrazáramos, les dijeramos que las queremos y les cambiáramos los focos de su casa. No se puede esperar siempre. Punto.

Por lo demás. debo aprender que estar solo, varios momentos del día o varios días de a semana, no está mal ni es un pecado, una tragedia o una tristeza. Comer solo no es miserable: debo aprender a no buscar compañía por la compañía en sí, sino a buscar a las personas que me gustaría ver y hacer con ellas lo que me gustaría hacer con ellas.

Debo evitar, entonces, el fundirme con el otro, el darles la voz cantante, el entender mi tiempo como sacrificable, a cambio de no estar solo.

Debería de aprender a amar hacer algo. Algo que realmente me guste y me entretenga y me haga sentir útil a mí y al tiempo que le dedico. Como cuando escribía y tenía proyectos. No me debo de abandonar a la desazón.

Debo de saber que valgo, aunque sea solo. Aunque no sea tan fascinante como creo.

(paréntesis: subo a un clóset olvidado, a un cajón olvidado. Ahí hay un album escondido, y veo que alguna vez no fui así. Alguna vez no fue así. Pero no pudo quedarse. Lloraba.)

Debo aprender a dejar de esperar señales todo el tiempo; aliados del azar que me digan que estoy haciendo lo correcto. Eso me distrae mucho, también.

De igual modo, debo aprender a no creer en lo que me dicen todos, a no necesitar sus opiniones, a no tomarlas por encima de la mía, ni tampoco por debajo en forma de cimientos. El cimiento debe ser yo y el otro; ella y yo, nosotros, nunca más ellos, nunca más.

Ah y al mismo tiempo, debo aprender a no despreciar a sus amigos y a los míos, ni a mi familia ni a la suya. Debo de darme cuenta que ni yo soy mis amigos ni ella es su familia ni sus amigos tampoco. Sería bueno que ya no pensar tanto –de verdad, lo hago mucho- en cómo sería tratar con su familia toda la vida. Eso también me distrae. Debería dejar de proyectar. Tampoco nunca me ha servido de nada.

Debería de entender por qué me vuelvo tan aburrido; por qué si en los primeros meses soy todo actividades y viajes y arriesgues, por qué me convierto en abuelito después y ya sólo quiero que vengan a mi casa. Por qué no me gusta salir de mi casa.

Debo de quitarme esta imagen de hombre solo, que me persigue y cada vez más me acerco a alcanzar.

Saturday, August 9, 2008

Y nunca fuimos al Fritz

Está claro que los seres humanos nos relacionamos con el tiempo de manera diferente de acuerdo a nuestra edad.

Para los recién nacidos no existe el tiempo.

Para los niños, esperar 5 minutos es una tortura eterna.

Para los adolescentes, la universidad es un larguísimo puente que lleva a un lugar completamente incomprendido.

Para los adultos, por lo menos yo, el pasado se empieza a valorar más que el futuro. Pero una hora es una hora, y 5 minutos, 5 minutos.

Los ancianos vuelven a disfrutar de las más pequeñas cosas, y al mismo tiempo, sus décadas son tan sólo instantes.

Tal vez cuando esta paradoja llega al límite, es que se contempla la eternidad.

Se muere entonces.

Monday, July 28, 2008

RJ

Es difícil escribir esto. Recibí hoy una noticia. Para intentar procesarlo lo escribo, y para lograr escribirlo, lo proceso: Tengo 35 años y me avisaron hoy que una compañera de la primaria y la preparatoria se está muriendo de cáncer. Literalmente. Que la sacaron del hospital pues no se puede hacer ya nada. Que hoy había una misa por ella, que esperan que “parta” pronto. Que ya no sufra más. Así que literalmente, mientras escribo, Rosa Jeannette se está muriendo.

Todo me da vueltas. Todo se cimbra en su importancia. Me pregunto por todo; el pasado, el presente, el futuro.

El pasado:

Rosa Jeannette era la niña que me gustaba, cuando no me gustaban las niñas. Llegué a vivir a la misma ciudad que ella, y era, como yo, casi rubia. Así que me gustaba por güerita, por distinguirse de las demás. Pero en realidad, ya lo dije, no me gustaban las niñas. Era tercero de primaria, tenía yo 7 años. Y supongo que a todos nos “gustaba” Rosa Jennette.

Desde ese entonces a mi madre y a mí nos llamó la atención su nombre, que, al igual de muchas otras niñas de esa provincia a la que habíamos llegado, era compuesto y extraño, no del todo extranjero ni nacional: no haré ahora una lista de esos nombres, había varios, pero recuerdo que el de Jeanette me gustaba por bonito, porque implicaba retos a su pronunciación y cuidado en su escritura, con esa doble n y doble t y e muda, que tuvo que señalar ella misma muchos años, no sé si habrá logrado dejar de hacerlo.

Así que fue lo más cercano a un primer deseo de novia. Luego, un par de años después, me gustaron otras, que eran menos güeras y también más arrojadas y me ilusionaban más en cuestiones sexuales, me obsesionaba poder llegar a estar con ellas (no lo logré con ninguna) Pero ya para entonces recordaba aquel paseo con el salón un año antes, a la casa de un amigo, con alberca, donde por vez primera jugamos niñas y niños mojados, en traje de baño, a un juego que se llama, literalmente, ¨los agarrados”. Cargué a Rosa Jeannette en mis brazos para llevarla a la “cárcel”. Fue un momento, sencillo como la vida misma, e inolvidable: hoy lo sigo recordando de cuando en cuando. Creo que fue en ese instante justo –no se enojó, me sonreía- en el que me empezaron a gustar de veras las mujeres.

La dejé de ver un par de años pues me cambié de secundaria. En preparatoria volvimos a estar en el mismo salón. Era más alta, grande, tanto como su sonrisa pero también como su seriedad. No convivimos ya demasiado. Pero nos queríamos y respetábamos. Recuerdo que era seria, casi triste, a veces. No recuerdo con quien anduvo; yo la habré rondado un poco a ella, a sus amigas, me quedé finalmente con mi novia de pelo negro. Nunca se me hizo con la guapa Jeannette.

Terminando la preparatoria dejé de verla. Cambié de nuevo de ciudad y algún día supe que se había casado y tenía hijos, 2 o 3. Nunca dudé –ni por un momento- de su felicidad. Para mí era de esas personas que simple y sencillamente lograrían vivir contentos en su vida allá, en esa pequeña provincia donde, según yo, se podría estar más tranquilo y más a salvo, sin tantas preguntas y sin tanto bregar.

Paréntesis. Ahora, con la noticia, se revivió un recuerdo más antiguo, y muy profundo, que es el de haber tratado a su padre. Recordar cómo me sorprendía ese señor, su actitud hacia conmigo y los demás niños. Fue de los primeros papás que conocí que trataban a los amigos de su hija como amigos propios. Me sorprendía muchísimo, admiraba eso de él. Hasta recuerdo su camisa y su pantalón, del día que fui a la fiesta de cumpleaños de Jeannette y llegué primero que nadie. Ahora recuerdo por qué: en esa fiesta hice de mago.

Eso tenía Jeannette. Nunca fuimos novios pero siempre, siempre, me hizo ilusión. Era emocionante saber que habría una fiesta por su cumpleaños, era emocionante saber que iba a venir al paseo, era emocionante pensar que llegara a ir a una fiesta mía si la invitaba. No sé si ella lo supo nunca pero para mí fue un referente. Fue la niña bien que nunca tuve.

Presente:

En los últimos meses, años quizás, he pensado a menudo en Rosa Jeannette. La he buscado por medio de internet. La última vez que tecleé su nombre en Google y en Facebook habrá sido hace unos 15, 25 días, probando distintas combinaciones de enes dobles y dobles t’s. Quería ver cómo se ve ahora. Nunca encontré un solo link. Quizá la vida en esa provincia realmente tiene algo de tranquilo. Quizás.

Hoy me pregunto que pasó con ella. Me pregunto qué emoción se le convirtió en cancer. Me pregunto también que habría pasado si hubiera andado con ella, quizás las cosas habrían sido distintas y yo sería más contento y ella estaría sana o más viva. Son tonterías, lo sé, pero es lo que en el presente me pregunto. Quizás yo sí le gusté y esperó siempre a que yo hiciera algo. Me pregunto si importa mi vida, la vida de ella más allá de mí, mi vida más allá de mí. Me doy cuenta de lo ínfimos que somos. No participo de la pena de que Rosa se vaya y de que deje al mundo menos lleno. La pena que siento es que se vaya y deje mi mundo más vacío. Quisiera ver a su papá, y abrazarlo. Llorar con él sobre su camisa polo blanca y sus jeans color café. Quisiera haber besado a Rosa Jeannette en algún cine, quisiera haberla acariciado, haberle dado algún placer, haberle arrancado una sonrisa o un gemido, o más sonrisas; haber sido querido por ella, haberla querido, haberla amado. Quisiera haber conocido a sus hijos, antes de que los rondara la tragedia.

¿Por qué sucede algo así? ¿Por qué a unos, y a otros no? Tiene mi edad, y se está muriendo. ¿Qué puedo hacer yo?

Hoy todo el pueblo, y su familia, están en una misa por ella. No queda más que rezar a un dios injusto y silente. Les queda eso. Siquiera.

Yo no tengo a ese dios y a esas creencias. Y, en el presente, me pregunto qué tengo. Qué sé. Qué debo hacer. La vida, supongo. Hacer la vida.


Futuro:

La lección obvia es cursi y cierta: vivir la vida, disfrutar el instante.

No es tan fácil: la lección no obvia es, ¿Para qué?

La pregunta, tampoco obvia, y tan tremendamente igual de cierta es ¿por qué? ¿por qué unos sí y otros no? Jeannete muere, yo vivo. La pregunta es la misma, por qué. Jeannette deja hijos, 3.¿Qué sigue, qué debo hacer? No caer en la tontera del esceptisismo hacia la vida. No creer, tampoco, en la vida eterna, que es esceptisismo hacia la muerte.

Ni siquiera creer en que pensar en ella ahora puede ayudarla.

Pero a mí sí, y lo agradezco. Vaya para ti el amor, Rosa Jeannette, mi amor y mi agradecimiento, por tus sonrisas, por ese timbre de voz que me parece estar oyendo, tan claro como hace tantísimo. Perfecto y claro, transparente, lo escucho ahora, junto a tu risa y tu silencio, lo escucho fuerte y completo, y si no, lo recuerdo; yo, que tengo tan mala memoria. Vaya para ti mi amor y mi recuerdo, y mi deseo absurdo de que las cosas hubieran sido diferentes. O no. La vida es ésta, y es esta misma, la muerte.

Descansa en Paz, Rosa Jeannette. Te seguiré pensando siempre.

julio 28, 2008

Guerra de blogs

Mi cuerpo no es muy grande ni muy viejo. No sé bién cuánto pesa o cuanto mide. Es noble, eso sí. Lo alimento con apenas huevos fritos, café, tocino y pan, por la mañana, y eso me logra llevar hasta la tarde sin mayor problemas. Se mueve, mi cuerpo; a veces piensa. Hay días que resiste con sólo una galleta o un café, y aún sin nada. Luego le doy algo bueno de comer, o lo procuro. Lo duermo cada vez que me es posible; no sé si le haga bien o le haga mal: tanto a veces y en ocasiones tan poco. Sus demás funciones son normales.

Intento, de vez en cuando, ejercitarlo. Mi cuerpo hace esfuerzos cuando se estira, no le gusta o no lo acostumbra; lo fuerzo, pues supongo que le hace bien, llevarlo lejos. Es sorprendente también, confirmar que a ciertas partes –de mi cuerpo- les cuesta tanto trabajo sostener o jalar a otras, que no acostumbran. Veo que mi cuerpo, dividido en partes, es débil, muy débil: yo no le confiaría nada. Y, visto como un todo, sé que mi cuerpo es, y esto nunca lo olvido, extremadamente frágil.

Mi cuerpo es humilde: sé que es casi nada. Más me sorprende y fascina saber que al estar contigo –yo he estado ahí, lo he visto-, se vuelva un héroe, un gigante, un astro.

Y tan antiguo.

Tuesday, June 17, 2008

Wednesday, May 14, 2008

Requiem por una gata peculiar

Era una gata extraña. No le gustaba ser cargada y era respetuosa del espacio vital de cada quien. Un poco como yo. No se me subió nunca y mucho menos a mi cama. Eso no se lo tuve que enseñar: quizás me habría llevado mejor con ella si lo hubiera hecho, si hubiera roto alguna vez esas reglas que –lo juro- yo no impuse. Ella podía pasarse larguísimos minutos sentada frente a mí, mirándome, esperando algo. Entonces daba yo unos golpecitos al fieltro del sillón y ella saltaba al sitio de mi mano. Si había suficiente espacio para ella, se quedaba ahí un momento. Si no, no. Y, de verdad, sólo subía si daba yo esos golpecitos. Si no, sólo miraba, sentada firme y muy seria. ¿La habrá entrenado alguien, en su juventud, que yo no conocí? Dicen, los que saben, que es imposible entrenar a un gato.

Tenía cara de enojada y eso lo notaba todo el mundo. Quizás por eso no simpatizaba a mucha gente, sólo a las mujeres que han sido más tiernas conmigo. Entre ellas Juanita, la mujer que ayuda en mi casa y que, como yo, hacía lo posible por entender lo que significaban sus maullidos, dados en momentos distintos a los otros gatos y en diferentes maneras. Hoy me dijo que la va a extrañar.

El pelo era su problema. Y su nariz. Y sus ojos. Y sus orejas. Y sus dientes. El pelo, larguísimo, se le enredaba, en mechones que se hacían rígidos y llegaban a hacerle difícil moverse o acomodarse, por lo que había que raparla de vez en cuando, cosa que, por lo menos a su humor, le sentaba peor. Cepillarla ayudaba, y le daba mucho placer, pero al final parecía que la única opción aceptable para ella habría sido estar cepillándola siempre. Literalmente, el día y la noche enteros. Era imposible. Su nariz moqueaba todo el tiempo, de tan chata. Sus ojos lloraban y se le llenaban de lagañas. Las orejas se llenaban también de una materia oscura que había que limpiar regularmente. Los dientes se le fueron cayendo poco a poco. De vez en cuando se atoraba en la silla del cepillado y dejaba sin querer una uña enterrada.

Era una dama, eso sí, una marquesa que en algún momento dio realce a mi casa y hasta a mi clase social.

Nunca pedía comida en la cocina junto a su plato ni se embarraba a las piernas de la gente. Más bien, con su mal humor, avisaba que iba a comer y pedía por lo tanto que saliéramos de la cocina y no la perturbáramos; pues de otra manera, prefería volver más tarde, cuando todo estuviese más tranquilo. Y de un tiempo para acá, maullaba un par de veces al día con maullidos largos y graves, como si buscara a alguien o a algo, con mucha tristeza. La primera vez que los oí pensé que había un niño llorando en mi casa. Después supe que era ella y poco a poco fui notando y aceptando la melancolía que venía en ellos. Eran dos series de 4 o 5 maullidos. Una a punto de anochecer y otra bien entrada la noche. Aprendí a no espantarme con ellos.

Y bueno, tenía esa extraña costumbre de tomar agua de una cubeta que se quedó en mi baño en una época en que fue necesaria por la escasez. Tuve que dejar la cubeta ahí, por años, pues ella llegaba diario, después de que yo me bañara –esperando agua fresca, me supongo, yo la cambiaba con frecuencia- y se ponía a beber de allí durante unos 10 minutos. Parecía siempre tener sed. Eso fue lo último que hicimos juntos: la ayudé a beber agua de su cubeta gris, con las pocas fuerzas que le quedaban.

En fin. No era precisamente mía; llegó a mí y nos soportábamos. Pero como en las películas, aprendimos a querernos y a estar juntos. Era la gata peculiar que estaba conmigo, que me había tocado -a mí, que me gustan tanto ser distinto, y que soy tan propio, y tan respetuoso de los demás, y de sus espacios-. Hoy veo y espero no ser tan distinto como ella, quiero ser menos propio y elegante, y reclamar y dar más cariño, entregarme a la gente, invadir y ser invadido, -amar.

Vayan por lo pronto estas líneas para Glinka, que así supe que se llamaba, y eso, entre tantas otras cosas, nunca pude cambiar.

Thursday, March 20, 2008

Delirio

Siempre me gustaron las mujeres mayores que yo, uno o dos años. Pensaba que, siendo mayor, cuando fuera un cuarentón interesante, ya andaría con jovencitas. Pero no fui consistente –nunca lo he sido- y en una jugada arriesgada, y según yo lógica, dediqué la primera mitad de mis treinta a andar, e incluso a intentar vivir, con mujeres bastante más jóvenes que yo: veinteañeras que vivían como si fuesen adolescentes, pues así se estila ahora. Al final no resultó, se aburrían o nos aburríamos, después de un tiempo, quizás yo de su entusiasmo y ellas de mi desilusión.

Así que volví a tratar con una mujer mayor que yo, justo antes de cumplir 35 años. Uno o dos años mayor que yo, significa 36 o 37. Me sentí increíblemente bien con ella; como antes, completamente a gusto y confortable, compartimos risas y desencanto. Pero era prácticamente una señora, una mujer de casi cuarenta, como con las que andaba mi papá, cuando vivía.

Ella también terminó conmigo –¿sería por joven?- y ahora lamento que, si me siguen gustando las mayores, y si logro al fin ser consistente, me habré perdido de las mujeres en sus treinta, que son quizá las mejores. Es curioso pensar, como un reproche, que a esas jovencitas les dediqué, sin darme cuenta, los mejores años de mi vida, o, por lo menos, los mejores años de la vida de otras mujeres que no conocí.


Y realmente ya no sé qué tan interesante pueda ser, cuando sea un cuarentón.

Tuesday, March 18, 2008

L H

Qué gusto leerte.

Pues sí, la fiesta fue un éxito, aunque yo perdí un poco el tiempo bailando con unas gorditas que ni conocía, pero me entró lo anfitrión, ni modo. Además estaba un poco ebrio y eufórico, así que habiendo hecho lo que hubiese hecho, lo habría olvidado. Fue una super producción, hubo cena y marimba y viejos amigos, como Bárbara, que estaban en la foto de la fiesta de los 25, faltaste tú. Aunque estuviste presente de muchos modos: en las fotos, primero, que expuse, y en unas flores, anónimas, que yo atribuyo a todo el amor que me ha rondado y que he dejado pasar, para mi desgracia y condena y también esperanza en el engañoso futuro que es cada vez más corto, si se piensa, y si no también.

¿Así que se me ve maduro? Lo dudo tanto. Lo que te puedo decir, en confidencia y después de dos mezcales con los que me encuentras, es que ni recuerdo qué estaría yo haciendo caminado un domingo en la condesa, y sobre todo, al leerte, confesar que me hiciste adicto a algo que no me ha vuelto a pasar, y es que me llamen Roberto Chellet, nadie lo ha hecho, me dicen chellet que es tan frío o roberto que es tan fresa, nadie entiende que un nombre con apellido es el mejor apodo que se puede tener, el más exacto apelativo. Pero bueno, hay que llamarse L H para entenderlo, quizás.

También te deseo felicidad, también paz, y a disfrutar estos últimos años de esto que se está yendo, y no lo digo como tragedia, es simple observación y es objetivo; hemos gozado lo que hemos gozado, hemos vivido; y lo haremos aún más, mas cada vez de forma diferente y cada vez menos y más solos.

Monday, March 10, 2008

Prueba no superada

El amor es frágil y más aún en sus inicios, es necesario no dudar, no voltear hacia atrás para ver si ella nos sigue –Orfeo y Eurídice-; no hablarle a la amada aunque nos hable –Flauta Mágica-, aunque ella sufra. Es necesario no dudar del amor para superar la prueba a la que el amor está siempre sometido. Está prohibido preguntar al amor de dónde vino –Lohengrin-, pues si se hace la pregunta el amado se convertirá otra vez en cisne y partirá de nuevo. Es posible abrir todas las puertas del palacio –Barba Azul-, excepto una, pues si la abre, la recién esposa encontrará los cadáveres de los amores antiguos de su hoy marido. El amor es frágil y lleno de acertijos y trampas dobles. Yo nunca paso esas pruebas, dudo siempre; volteo y abro y pregunto y miro, siempre fracaso, y mi amor se marchita solo cuando ellas parten, será que tengo mala suerte, o es que soy adicto a tener opciones.

Quizá el amor es eso: un asunto de no tener o renunciar a las opciones, tener la certeza del amor del otro, y la ilusión de no dudar. Aunque en el fondo se dude siempre, así sea sólo por saber, dentro del alma, que somos frágiles, como el amor, y que todo esto puede acabar en un instante, con la muerte propia o la del otro, o con una palabra, una mirada, y el paso malhadado, inevitable, hacia el pozo de la infinita tristeza.

Tuesday, February 5, 2008

Día espléndido

Hace un día espléndido, hoy torea José Tomás.
Mañana a esta hora estaré en Tristan e Isolda.
Mi boleto de avión dice "adulto".

No puedo pedir más.

Beber por los dioses, en todo caso,
que confabulan a favor mío.

Sunday, January 20, 2008

Simple matemática.

La radio está plagada de canciones de amor. Pero hay muchas más de desamor.

Y basta hacer unas cuentas simples para entender algo de esta vida.

De los 6 mil millones de seres humanos, hay que sacar el porcentaje de los que se hacen artistas. De los artistas, los que se vuelven compositores; de ellos, los que hacen canciones. Esta variable podría ser "Y" y ser tomada como muestra.

"Y" representa, entonces, la cantidad de corazones en activo de una población dada con capacidad de amar y desamar a una persona en específico a la cual se le puede dedicar una canción de desamor.

Y luego hay que calcular cuánto tiempo se puede uno pasar componiendo canciones de desamor a un amor pasado. Es decir, la validez o caducidad del amor y del desamor, sacar una función que represente la variable desamorosa, que podría ser "Z".

Y bastan dos dedos de frente y otros dos de corazón, para darse cuenta que hay muchas más canciones de desamor que corazones en función de amar a una persona en específico. Por lo que no queda sino aceptar que las canciones están dedicadas a muchas personas diferentes en la vida de los compositores, que son como dijimos, sólo una muestra que representa al total.

Si asumimos, como la lógica indica, que el desamor de una canción es hijo natural y directo del amor que la antecede, el resultado es claro. La función dada entre "Y" y "Z" resuelve, con la claridad de la matemática pura, que el ser humano, la población total de nuestro planeta, ama y desama muchas veces: su capacidad de regeneración amorosa es, esa sí, incalculable, y, por cierto, la pasa bomba componiendo o escuchando canciones acerca de ello.

Innumerable número de veces. Innumerable.



Claro que hay quien sostiene que sólo se ama una vez, a lo mucho dos. Ojalá se equivoquen, y que los números no mientan y no me esté autoengañando. Tendría que saber si he amado, y, para eso, no hay número que sirva..

Saturday, January 5, 2008

Y sí

Lástima es que yo prefiera comer a escribir, dormir a comer, coger a dormir, beber a coger. Así no voy nunca a escribir mucho, a menos que encuentre la manera de comer, coger, y dormir lo suficiente, y poder tomarme en serio el acto de escribir, anque sea sólo, quizás, porque es el único compatible, casi permanentemente, con el de beber.

Wednesday, January 2, 2008

Las mismas cosas

Porque todos en la vida
vamos sintiendo
las mismas cosas
en más o menos
los mismos momentos.

Un día nos damos cuenta
que ya no somos nuestra madre,
y que el mundo es frío.

Otro, que nuestros padres
no son mejores que otros padres,
Y padecemos.

Otro, que en realidad estamos solos.

Odiamos al mundo al mismo tiempo,
y encontramos paz -¿amor?- al inicio
de una larga lista de nombres
que añorará siempre
volver al principio.

De pronto nos damos cuenta
que hemos vivido sólo
para complacer a otros
Y sentimos entonces
Que es tarde.

Y ese sentimiento se extiende
Hasta hacerse insoportable
Y no nos queda más que aceptarlo.
Y buscar complacer un día,
por una vez al menos, o quizás las más posibles
A nosotros mismos.

No sé mucho más, por carne propia, de lo que nos pasa.

Sé que en todo esto siempre cabrá el gusto
Por un amanecer, un mar de tarde,
Un astro, un ave, una ventana.
El hipnótico bailar del fuego,

O el nombre y el abrazo de quien amamos
Y el alivio de saber
Que en ese instante
También nos ama.

Y en esas estoy (Esto es lo más viejo, mas sigue así)

Tuve un gran amor y lo perdí por unos tacos. Tenía yo mucha hambre, ese día, había trabajado por más de 24 horas seguidas. Así que la traje a la colonia roma, al restaurante Tlaquepaque, donde me traía mi padre, desde niño. Comí tacos de ojo y tripa gorda y de cabeza de res saludando a los meseros. Creo que fué ahí donde ella decidió cortar conmigo y volver a su mundo, al cual yo –le fué evidente- no pertenecía. La añoré por mucho tiempo.

Ahora me acabo de cambiar de casa, vivo solo y estoy más cerca de su estilo y lejos de su recuerdo. Al restaurante lo creía extinto, vivo cerca desde hace unos días, y el local está cerrado. Hoy buscaba, triste y hambriento, un lugar para cenar. Unas cuadras adelante, escondido, ví un letrero como el de antes, que anunciaba “Tlaquepaque”. Entré y comí lengua y seso y tripa gorda, saludando a los meseros, feliz de haberlos encontrado y de recibir nuevamente de ese sitio, aunque fuera en local nuevo, consuelo y alimento: Unos tacos.

Unas cosas durán más que otras. Y uno nunca sabe lo que sí es para toda la vida.

Pero se fue

Una vez me enamoré de una mujer y cambié mi cama de oro individual en la que crecí desde bebé por un futon matrimonial y la invité a vivir conmigo. Ella vino, y trajo con ella sábanas matrimoniales. Nunca me ha gustado gastar en sábanas, me parecen muy caras aunque duren, como las cortinas, grandes porciones de la vida.

Tiempo después ella se fue, con sus sábanas. Me enamoré después de otra mujer que me enseñó los edredones de plumas: compré uno y la invité a vivir conmigo. Como lo hizo, compré otra cama sin recuerdos y el futón pasó a la sala.

Luego ella también se fue y tuve que comprar nuevas sábanas.

Ahora me enamoré de otra mujer, que me ha enseñado a ponerle funda al edredón y usarlo como sábana. Compré ya una de esas fundas.

No sé si ella va a vivir conmigo, pero me imagino sin quererlo un escenario en el que ya se haya ido, y yo me haya quedado con la cama de oro, el futón, la cama, el edredón, la funda y las sábanas.

Ojalá no se vaya.

Feliz de nuevo

Qué poco cuerpo tengo,
Pensaba esta mañana al bañarme
Qué fácil es enjabonarlo con esponja,
Una brazo, el otro, el pecho
Una pierna y la otra, y ya está.

Qué rápido termina todo.
¿cómo es posible entonces
que sea tanto cuerpo,
cuando está contigo?

Y así sufrí, hasta que

Diría de ella que es la respuesta a mis plegarias, si no fuera porque la respuesta a mis plegarias ya la he recibido antes, y era completamente diferente. Podría no creer en ella. Prefiero no creer en mis plegarias.

Y de pronto

Me libré. Mi intento de ser normal fracasó, me libré por un pelito de borrarme por completo. Me gusta el fado, me gusta el bossa, me gusta la ópera, no me gustan los valet parkins, me gusta el sexo, me gusta el vino. Me gusta la compañía de mis amigos, me gusta también despreciarlos. Me gusta ser superior, ser inferior me fascina. Me gusta pensar viendo el techo, me gusta dudar si quiero o no quiero azúcar en el café. Me gusta que no me guste la moda, estar a la moda me tranquiliza. Me gusta no estar tranquilo, me gusta también lamentarme, me sucede. Me encanta imaginarme triunfando, triunfo al concretar una nueva forma de procurar descanso. Sé que lo que más disfruto es oír, y por otro lado, buscar y encontrar significado en las cosas, en los hechos, en las acciones.

Mi mala memoria me traiciona siempre, desde niño hay alguien reclamándome porque no recuerdo lo que dijo o dije yo hace no mucho, aunque recuerdo muchos datos. Sé que me pierdo, no soy bueno con las direcciones, aunque en mi núcleo familiar sea el más apto. No me gusta manejar y a veces busco la muerte, me gusta el no haberla encontrado. Quiero irme, como todos, y como casi todos, no lo hago. Donde más he sido yo es en dentro del mar, solo, nadando entre colas amarillas, aguantando el poco aire que embriagaba a mis pulmones colapsados. O en una lancha contratada por mí, también solo, camino a un banco de arena y a alcanzar a una mujer amada. O llorando en Lisboa, viendo la tarde, disfrutando mi dolor y celebrando al mismo tiempo mi estilo para estar llorando. Todo esto, por supuesto, gana en importancia sólo si excluímos las veces que me entregaron diplomas mientras era un niño, o cuando estaba a solas con mi padre contando chistes groseros.

De ese entonces

Cómo nombrar lo inombrable, cómo abaracar lo inabarcable; cómo hacer de tu boca un filo que corte mis ataduras. Cómo hacer para que me hagas libre, cómo dejar de mí lo que no es. Quiéreme tú y veremos, te querré yo -te quiero- y ya estamos viendo. Démonos al menos la certeza, juntemos las manos, compartamos la idea de lo que hay más allá de lo que podemos o queremos ver. Veamos juntos el futuro y mucho de nuestro pasado; hagamos bien las cosas y tengamos asiento y respiro, luz para el fondo del hoyo y agua para el final del camino. Seamos juntos y hagamos un pacto, luz y agua, vida y vida, superficie y profundidades. Que sean mutuas, nuestras luces, y compartidas nuestras oscuridades.

Que aún hay tanto por vivir.

Anhelar

Eso hago yo: anhelar ser otro anhelar vivir de otro modo anhelar haber sido anhelar vivir en otro lado anhelar el mar anhelar el teatro anhelar mi padre muerto anhelar el amor como lo pintan y como lo escriben anhelar dinero anhelar paz anhelar aprobación de los mayores anhelar ser mayor anhelar ser niño anelar ser otro anhelar la voz de dios osea el talento anhelar los otros tiempos los de antes anhelar calor anhelar el cuerpo de la ausente anhelar el olor de las las mujeres anhelar el sol en el invierno anhelar el tiempo de ser otro anhelar el resultado del hubiera que ahora soy o en el que me voy convirtiendo.

Y un día...

La vida que me regala magia. ¿O seré yo, que quiero verla?. Un gran amor pasó en mi vida y ahora es dolor. Viajé intentando disiparlo, por lugares viejos y tristes, ruinas sobre ruinas, es lo que ví. “Esto también pasará”, fue mi conclusión y consuelo. Vuelvo a mi país, ciudad y amigos, me integro al mundo y reconozco a una mujer dispuesta a tratarme, del mismo nombre, por más señas, que aquella del amor transfigurado. Buscando paz estoy con ella, y el dolor amaina en su presencia. “Esto también pasará”, le dije en un momento; aproveché su condición para decirlo, pues está enferma. “¿Por qué me dices eso?, me pregunta, y sorprendida me enseña un anillo de plata que retira de su mano. En el interior una leyenda grabada: “Hasta esto pasará…”. Es la única joya que carga. Sentí, una vez más, y agradecido, que el mundo hace sentido algunas veces. Tiempo después, nos quedamos dormidos.

Hasta esto

Esto también pasará. Caen los imperios y se hacen leyenda, quien hoy tiene el mundo algún día habrá de perderlo. Lo perdió Roma y lo perdió España, lo perdió Inglaterra y el Islam. El Sol que sólo salía en París dejó de hacerlo y se hizo público, Europa entera olvidó sus guerras y sus monedas y juegan hoy a ser uno. Cambian las cosas del mundo y con el mundo las personas; las historias de vida, siempre iguales, se viven cada vez de modos diferentes. Y sólo se recuerda lo importante, siempre habrá alguien que le rinda homenaje a a los artistas, a los hombres de ciencia y Estado que legan algo, a los poetas. Pero las historias chicas se olvidan y a veces también las grandes. Esto también pasará y será el recuerdo de un estudioso, siempre hay quien desea haber vivido en otro tiempo y no el propio. Un hombre, o quizás una mujer, que seguramente leerá o adquirirá conocimiento de algún modo. Sabrá de cómo era el mundo en estos tiempos, que no serán los suyos: Sabrá de los actos de los hombres de Estado, de las mujeres ilustres, de los artistas. Quizá tenga algunos objetos, reliquias que haya heredado sin querer, pequeñas cosas que le despertaran el de deseo de saber más, luego cosas más grandes y de importancia, conseguidas con tezón por ella o él, en su pasión por estos tiempos que para ese entonces ya serán un pasado remotísimo. Y aún así, él o ella la estudiosa no sabrá de tí y de mí; nada será entonces el dolor y la angustia que hoy pasamos, nada será el amor que nos tuvimos.

Esto pasará también y será nada. Como un imperio, tu nombre y tu mirada.

De hace tanto....

Por no regalarle nada de cumpleaños
Por no colgar sus cuadros en la sala
Por no tener una sala
Por no fumar marihuana
Por no llevarme bien con su muchacha
Por no ver la tele en la noche hasta quedarme dormido
Por dormir con calcetines
Por dormir con pijama si hace frío
Por beber alcohol
Por trabajar todos los días
Por ser bueno aún sin serlo
Por no gustarme el funk lo suficiente

Por no ser débil
Por no ceder en ciertas cosas
Por ser yo el dueño de la casa
Por tener muchacha propia
Y no soltarla
Por ver pasar a otras mujeres
Por hablar de otras mujeres
Por pensar que ya no es joven
Sin decírselo nunca
pero pensarlo
Por no ser un artista
Aún siéndolo
Por no creer en ciertas cosas
como el entusiasmo
cuando no tiene causa
o el desorden.

Por lo demás.

Por todo eso, y algo más que hoy olvido
Hoy me veo obligado a dedicarle
Un simple mail de despedida
Pues me dejó
Y se fué

De mi casa
Y de mi pequeño mundo
De masturbación,
Ensueño,

Y también de soledad.