Monday, July 28, 2008

RJ

Es difícil escribir esto. Recibí hoy una noticia. Para intentar procesarlo lo escribo, y para lograr escribirlo, lo proceso: Tengo 35 años y me avisaron hoy que una compañera de la primaria y la preparatoria se está muriendo de cáncer. Literalmente. Que la sacaron del hospital pues no se puede hacer ya nada. Que hoy había una misa por ella, que esperan que “parta” pronto. Que ya no sufra más. Así que literalmente, mientras escribo, Rosa Jeannette se está muriendo.

Todo me da vueltas. Todo se cimbra en su importancia. Me pregunto por todo; el pasado, el presente, el futuro.

El pasado:

Rosa Jeannette era la niña que me gustaba, cuando no me gustaban las niñas. Llegué a vivir a la misma ciudad que ella, y era, como yo, casi rubia. Así que me gustaba por güerita, por distinguirse de las demás. Pero en realidad, ya lo dije, no me gustaban las niñas. Era tercero de primaria, tenía yo 7 años. Y supongo que a todos nos “gustaba” Rosa Jennette.

Desde ese entonces a mi madre y a mí nos llamó la atención su nombre, que, al igual de muchas otras niñas de esa provincia a la que habíamos llegado, era compuesto y extraño, no del todo extranjero ni nacional: no haré ahora una lista de esos nombres, había varios, pero recuerdo que el de Jeanette me gustaba por bonito, porque implicaba retos a su pronunciación y cuidado en su escritura, con esa doble n y doble t y e muda, que tuvo que señalar ella misma muchos años, no sé si habrá logrado dejar de hacerlo.

Así que fue lo más cercano a un primer deseo de novia. Luego, un par de años después, me gustaron otras, que eran menos güeras y también más arrojadas y me ilusionaban más en cuestiones sexuales, me obsesionaba poder llegar a estar con ellas (no lo logré con ninguna) Pero ya para entonces recordaba aquel paseo con el salón un año antes, a la casa de un amigo, con alberca, donde por vez primera jugamos niñas y niños mojados, en traje de baño, a un juego que se llama, literalmente, ¨los agarrados”. Cargué a Rosa Jeannette en mis brazos para llevarla a la “cárcel”. Fue un momento, sencillo como la vida misma, e inolvidable: hoy lo sigo recordando de cuando en cuando. Creo que fue en ese instante justo –no se enojó, me sonreía- en el que me empezaron a gustar de veras las mujeres.

La dejé de ver un par de años pues me cambié de secundaria. En preparatoria volvimos a estar en el mismo salón. Era más alta, grande, tanto como su sonrisa pero también como su seriedad. No convivimos ya demasiado. Pero nos queríamos y respetábamos. Recuerdo que era seria, casi triste, a veces. No recuerdo con quien anduvo; yo la habré rondado un poco a ella, a sus amigas, me quedé finalmente con mi novia de pelo negro. Nunca se me hizo con la guapa Jeannette.

Terminando la preparatoria dejé de verla. Cambié de nuevo de ciudad y algún día supe que se había casado y tenía hijos, 2 o 3. Nunca dudé –ni por un momento- de su felicidad. Para mí era de esas personas que simple y sencillamente lograrían vivir contentos en su vida allá, en esa pequeña provincia donde, según yo, se podría estar más tranquilo y más a salvo, sin tantas preguntas y sin tanto bregar.

Paréntesis. Ahora, con la noticia, se revivió un recuerdo más antiguo, y muy profundo, que es el de haber tratado a su padre. Recordar cómo me sorprendía ese señor, su actitud hacia conmigo y los demás niños. Fue de los primeros papás que conocí que trataban a los amigos de su hija como amigos propios. Me sorprendía muchísimo, admiraba eso de él. Hasta recuerdo su camisa y su pantalón, del día que fui a la fiesta de cumpleaños de Jeannette y llegué primero que nadie. Ahora recuerdo por qué: en esa fiesta hice de mago.

Eso tenía Jeannette. Nunca fuimos novios pero siempre, siempre, me hizo ilusión. Era emocionante saber que habría una fiesta por su cumpleaños, era emocionante saber que iba a venir al paseo, era emocionante pensar que llegara a ir a una fiesta mía si la invitaba. No sé si ella lo supo nunca pero para mí fue un referente. Fue la niña bien que nunca tuve.

Presente:

En los últimos meses, años quizás, he pensado a menudo en Rosa Jeannette. La he buscado por medio de internet. La última vez que tecleé su nombre en Google y en Facebook habrá sido hace unos 15, 25 días, probando distintas combinaciones de enes dobles y dobles t’s. Quería ver cómo se ve ahora. Nunca encontré un solo link. Quizá la vida en esa provincia realmente tiene algo de tranquilo. Quizás.

Hoy me pregunto que pasó con ella. Me pregunto qué emoción se le convirtió en cancer. Me pregunto también que habría pasado si hubiera andado con ella, quizás las cosas habrían sido distintas y yo sería más contento y ella estaría sana o más viva. Son tonterías, lo sé, pero es lo que en el presente me pregunto. Quizás yo sí le gusté y esperó siempre a que yo hiciera algo. Me pregunto si importa mi vida, la vida de ella más allá de mí, mi vida más allá de mí. Me doy cuenta de lo ínfimos que somos. No participo de la pena de que Rosa se vaya y de que deje al mundo menos lleno. La pena que siento es que se vaya y deje mi mundo más vacío. Quisiera ver a su papá, y abrazarlo. Llorar con él sobre su camisa polo blanca y sus jeans color café. Quisiera haber besado a Rosa Jeannette en algún cine, quisiera haberla acariciado, haberle dado algún placer, haberle arrancado una sonrisa o un gemido, o más sonrisas; haber sido querido por ella, haberla querido, haberla amado. Quisiera haber conocido a sus hijos, antes de que los rondara la tragedia.

¿Por qué sucede algo así? ¿Por qué a unos, y a otros no? Tiene mi edad, y se está muriendo. ¿Qué puedo hacer yo?

Hoy todo el pueblo, y su familia, están en una misa por ella. No queda más que rezar a un dios injusto y silente. Les queda eso. Siquiera.

Yo no tengo a ese dios y a esas creencias. Y, en el presente, me pregunto qué tengo. Qué sé. Qué debo hacer. La vida, supongo. Hacer la vida.


Futuro:

La lección obvia es cursi y cierta: vivir la vida, disfrutar el instante.

No es tan fácil: la lección no obvia es, ¿Para qué?

La pregunta, tampoco obvia, y tan tremendamente igual de cierta es ¿por qué? ¿por qué unos sí y otros no? Jeannete muere, yo vivo. La pregunta es la misma, por qué. Jeannette deja hijos, 3.¿Qué sigue, qué debo hacer? No caer en la tontera del esceptisismo hacia la vida. No creer, tampoco, en la vida eterna, que es esceptisismo hacia la muerte.

Ni siquiera creer en que pensar en ella ahora puede ayudarla.

Pero a mí sí, y lo agradezco. Vaya para ti el amor, Rosa Jeannette, mi amor y mi agradecimiento, por tus sonrisas, por ese timbre de voz que me parece estar oyendo, tan claro como hace tantísimo. Perfecto y claro, transparente, lo escucho ahora, junto a tu risa y tu silencio, lo escucho fuerte y completo, y si no, lo recuerdo; yo, que tengo tan mala memoria. Vaya para ti mi amor y mi recuerdo, y mi deseo absurdo de que las cosas hubieran sido diferentes. O no. La vida es ésta, y es esta misma, la muerte.

Descansa en Paz, Rosa Jeannette. Te seguiré pensando siempre.

julio 28, 2008

Guerra de blogs

Mi cuerpo no es muy grande ni muy viejo. No sé bién cuánto pesa o cuanto mide. Es noble, eso sí. Lo alimento con apenas huevos fritos, café, tocino y pan, por la mañana, y eso me logra llevar hasta la tarde sin mayor problemas. Se mueve, mi cuerpo; a veces piensa. Hay días que resiste con sólo una galleta o un café, y aún sin nada. Luego le doy algo bueno de comer, o lo procuro. Lo duermo cada vez que me es posible; no sé si le haga bien o le haga mal: tanto a veces y en ocasiones tan poco. Sus demás funciones son normales.

Intento, de vez en cuando, ejercitarlo. Mi cuerpo hace esfuerzos cuando se estira, no le gusta o no lo acostumbra; lo fuerzo, pues supongo que le hace bien, llevarlo lejos. Es sorprendente también, confirmar que a ciertas partes –de mi cuerpo- les cuesta tanto trabajo sostener o jalar a otras, que no acostumbran. Veo que mi cuerpo, dividido en partes, es débil, muy débil: yo no le confiaría nada. Y, visto como un todo, sé que mi cuerpo es, y esto nunca lo olvido, extremadamente frágil.

Mi cuerpo es humilde: sé que es casi nada. Más me sorprende y fascina saber que al estar contigo –yo he estado ahí, lo he visto-, se vuelva un héroe, un gigante, un astro.

Y tan antiguo.