Wednesday, January 2, 2008

Pero se fue

Una vez me enamoré de una mujer y cambié mi cama de oro individual en la que crecí desde bebé por un futon matrimonial y la invité a vivir conmigo. Ella vino, y trajo con ella sábanas matrimoniales. Nunca me ha gustado gastar en sábanas, me parecen muy caras aunque duren, como las cortinas, grandes porciones de la vida.

Tiempo después ella se fue, con sus sábanas. Me enamoré después de otra mujer que me enseñó los edredones de plumas: compré uno y la invité a vivir conmigo. Como lo hizo, compré otra cama sin recuerdos y el futón pasó a la sala.

Luego ella también se fue y tuve que comprar nuevas sábanas.

Ahora me enamoré de otra mujer, que me ha enseñado a ponerle funda al edredón y usarlo como sábana. Compré ya una de esas fundas.

No sé si ella va a vivir conmigo, pero me imagino sin quererlo un escenario en el que ya se haya ido, y yo me haya quedado con la cama de oro, el futón, la cama, el edredón, la funda y las sábanas.

Ojalá no se vaya.

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