Sunday, January 20, 2008

Simple matemática.

La radio está plagada de canciones de amor. Pero hay muchas más de desamor.

Y basta hacer unas cuentas simples para entender algo de esta vida.

De los 6 mil millones de seres humanos, hay que sacar el porcentaje de los que se hacen artistas. De los artistas, los que se vuelven compositores; de ellos, los que hacen canciones. Esta variable podría ser "Y" y ser tomada como muestra.

"Y" representa, entonces, la cantidad de corazones en activo de una población dada con capacidad de amar y desamar a una persona en específico a la cual se le puede dedicar una canción de desamor.

Y luego hay que calcular cuánto tiempo se puede uno pasar componiendo canciones de desamor a un amor pasado. Es decir, la validez o caducidad del amor y del desamor, sacar una función que represente la variable desamorosa, que podría ser "Z".

Y bastan dos dedos de frente y otros dos de corazón, para darse cuenta que hay muchas más canciones de desamor que corazones en función de amar a una persona en específico. Por lo que no queda sino aceptar que las canciones están dedicadas a muchas personas diferentes en la vida de los compositores, que son como dijimos, sólo una muestra que representa al total.

Si asumimos, como la lógica indica, que el desamor de una canción es hijo natural y directo del amor que la antecede, el resultado es claro. La función dada entre "Y" y "Z" resuelve, con la claridad de la matemática pura, que el ser humano, la población total de nuestro planeta, ama y desama muchas veces: su capacidad de regeneración amorosa es, esa sí, incalculable, y, por cierto, la pasa bomba componiendo o escuchando canciones acerca de ello.

Innumerable número de veces. Innumerable.



Claro que hay quien sostiene que sólo se ama una vez, a lo mucho dos. Ojalá se equivoquen, y que los números no mientan y no me esté autoengañando. Tendría que saber si he amado, y, para eso, no hay número que sirva..

2 comments:

Marianasdea@mac.com said...

Aquí vamos de nuevo,
mi reflexión era acerca del hecho que, la mayoría de las veces, el intercambio entre dos personas esta basado mas en la Reacción que a la real respuesta tras haber escuchado.
Si uno se pone a pensar, la mayoría de los conflictos se generan a raíz de la provocación. Rara vez el otro, es decir el que oye, realmente escucha si no que utiliza su propia referencia para Interpretar el sonido que llego a su oido. Básicamente, el ser humano es tan egocéntrico que se olvida que a veces las experiencias de los demás nada tienen que ver con Uno.

R Chellet said...

Tienes toda la razón. Y sí, es un post brillante, en eso también tenías razón. ¡Qué ganas de escuchar -a fondo- cuando menos una vez!

Tristán e Isolda, se escucharían?