Está claro que los seres humanos nos relacionamos con el tiempo de manera diferente de acuerdo a nuestra edad.
Para los recién nacidos no existe el tiempo.
Para los niños, esperar 5 minutos es una tortura eterna.
Para los adolescentes, la universidad es un larguísimo puente que lleva a un lugar completamente incomprendido.
Para los adultos, por lo menos yo, el pasado se empieza a valorar más que el futuro. Pero una hora es una hora, y 5 minutos, 5 minutos.
Los ancianos vuelven a disfrutar de las más pequeñas cosas, y al mismo tiempo, sus décadas son tan sólo instantes.
Tal vez cuando esta paradoja llega al límite, es que se contempla la eternidad.
Se muere entonces.
Saturday, August 9, 2008
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