"Siri, busca en google, vida activa y vida contemplativa, diferencias y recomendaciones".
Así empezó mi día hoy. Y aprendí que
según Santo Tomás, quien en nuestra tradición cristiana habló en algún momento
de estas cosas, la vida más perfecta es “mixta”, entre la contemplativa y la
activa. Como Jesus. Lo que leí, dice que de un obispo se dice, “que sea el primero
en actuar y el que observe desde más arriba”, haciendo alusión a esa necesidad
de combinar ambos aspectos. Antes de Santo Tomás, también leí hoy, Aristóteles
definió ambas vidas, activa y contemplativa, como las de “Negocios, Guerra y Humana",
y la otra la de “Ocio, Paz y Divina”.
Luego a lo largo del día escuché el
Carmina Burana de Carl Orff. Un poco más tarde, ya encarrerado el peine, el
Catulli Carmina o cantos de Catulo. Lo escuché en un LP – finalmente me compré
una tornamesa- y estuve buscando infructosamente la traducción del libreto en
google, se ve que son cosas que a nadie interesa, o que los editores de
partituras cobran por descargarlos o eso dicen. Entonces me dí cuenta que la
tenía frente a mí en la contraportada del disco. Tiempos modernos.
Me emocionó ir leyendo el Latin, con su
elegancia en la que parece que todo lo dicho es una verdad eterna –y por lo
tanto tuiteable: estuve a punto mas me contuve- y sobretodo con las viejas,
viejísimas contradicciones humanas. Del que ama: ama y odia. Del que ama yno es
correspondido: desprecia y no deja de amar.
Luego, para terminar el día, mientras
había en la tele el partido de México del que todo mundo hablaba –que acabaríamos
perdiendo 7-0, vergüenza como nunca- me enteré que había un homenaje al Arvo
Pärt en el 22, un concierto fantástico con el coro de Estonia y un director
melenudo, Arvo Pärt vivo y presente,y entonaron, entre otras, "Virgencita", en
español, dedicada a la virgen de Guadalupe. Después el Te Deum. "A tí, Dios", que me sobrecogió por
completo, como sólo las cosas escénicas y musicales pueden hacerlo.
Tuitée al final del día: “No me importa
si pasa México, no me importa si existe Dios. Gracias, Arvo Pärt, por
conectarme con mis más profundos miedos y gratitudes”.
Tal cual, eso fue mi día. En el inter, me
peleé con mi mujer, me pregunté si todavía la quiero, mientras pagaba una parte
de una gran instalación eléctrica para su horno de cerámica. Hablaba con mi
madre preguntándome cuándo morirá y en qué condiciones; ví y achaqué a la pérdida
de mi peine de dientes anchos, el que se me viera como nunca el cuero cabelludo
en la cabeza, y estrené un tornamesa, proyecto que llevaba unos 30 años en mi
lista de pendientes y sobre todo de deseos.
Qué inasible milagro, el que la biología
nos haya dotado de un espíritu.
Quise terminar mi tuit con “Que Alguien
tenga Piedad de mí”. Pero no cupo.